Influencer interruptus

    15 nov 2020 / 10:23 H.
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    Son una plaga y tienen la cara más dura que el cemento armao. En la primavera de 2018, mientras acababa de firmar la primera tacá de la segunda edición de Panquilerías, en la Peña Flamenca, apareció uno vestido de crítico reputado y me dijo sin anestesia: “Me gustaría tener un ejemplar firmado y dedicado y, si me arrima otros cuantos, yo les daré vuelo donde corresponda. Cuente con una buena crítica”. Me levanté y en tono fraternal le dije al oído educadamente: “Váyase usted a la mierda”. Este martes, doloroso para nuestra familia, me llamó un amigo para darme el pésame por mi madre. Es el dueño de uno de los restaurantes punteros de Málaga, de toda la vida. Para desangustiarme un poco, me cambió de tercio y me contó lo siguiente: “En este puente de los Santos se me encalomaron cuatro listos que, desde que entraron, no paraban de hacer fotos de todo. Me acerqué a ver que deseaban y me contaron la novela de que eran influencers y tararí que te vi. Les pregunté directamente si querían comer por la cara y me dijeron: ¡Usted verá! Di dos palmas de silencio y le comenté a la clientela lo que me proponían. Les faltaba puerta para salir ellos solitos”.

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