Infierno de cobardes

    07 feb 2024 / 10:45 H.
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    La palabra “cobarde” puede ser utilizada como sustantivo: “es usted un cobarde”. O como adjetivo: “ha sido una actitud cobarde”. De una u otra forma, un cobarde es un pusilánime, alguien sin valor ni espíritu para afrontar situaciones peligrosas o arriesgadas. Un rastrero. Los hay dondequiera que vas. Para conocerlos, no hace falta retarlos a un duelo, basta con el enfrentamiento verbal para que se achanten y huyan despavoridos. El cobarde, a menudo, es un chulo que se esconde tras un subordinado al que culpar del desastre. Cobarde es el que usa y abusa del poder para quitarse de en medio a quien le gana en méritos; el que cambia de principios según el beneficio que pueda obtener en cada momento; el que culpa a otro de lo que sólo es obra de su mala praxis; el que firma libros que no escribe. En suma, cobarde es el que se ensaña con el que va de frente, el que critica a tus espaldas, el que, sin atreverse a dar la cara, se esconde en un rebaño de borregos, donde pace sin voz propia, pero es capaz de mentir, eso sí, con todas las terminaciones de género. Un manipulador, un mentiroso, que va por la vida estorbando hasta que le alcanza su némesis y, de una porteña patada en el “orto”, acaba pudriéndose en un infierno de cobardes. Ya está tardando.

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