Indignarse es sano

13 sep 2022 / 16:49 H.
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Contribuyamos, entre todos los demócratas, a extraer de la sociedad todas las ideas tóxicas que siempre han estado ahí, sabemos que hay gente que tiene vínculos directos con ellas y en cualquier momento pueden hacerlas repuntar y ponernos a todos en serias dificultades. Afirma un principio inalienable que la fe mueve montañas y que, por tanto, hay que considerarla como una poderosa fuerza que acompaña solo a quienes logran mantener una convivencia en libertad. Con este escrito quiero aportar mi granito de confianza a la gente que tiene puntos en común con un modelo de convivencia que puede tener fallos, pero que es y será nuestro modelo de convivencia por muchos años horribilis que traten de inferirnos regímenes autoritarios desprovistos de un sistema de libertades individuales. El icono de la democracia es la libertad y los derechos del individuo, y por esa razón hay que desacreditar las teorías de la conspiración que llevan a cabo los enemigos de la democracia. Tengo la sensación de que su concepción de sociedad no encaja dentro de los códigos democráticos que rigen la sociedad en la que convivo libremente, porque tengo la suerte de vivir en un país que combate la presión de quienes desean imponer un modelo de gobierno liderado por una gestión autocrática que pretende desbancar el pluralismo que niega la eternización del líder que no acepta vivir en el seno de las diferencias por miedo a perder su poder. Mientras mayor sea el valor de las democracias, mayores serán los problemas de los regímenes totalitarios a la ahora de validar su ideología ultraconservadora. Contemos con cuantos demócratas quieran defender el interés colectivo que está por encima de la indecencia y la sinrazón que supondría vivir en una democracia abandonada a su suerte y expuesta a respuestas políticas que dejarían mucho que desear porque permitirían que la democracia perdiese atractivo en aquellos desencantados a los que le embarga un sentimiento de desigualdad social que los conduce a un desencanto irreparable. No hay que dejar que las estrategias válidas se debiliten o queden invalidadas porque nada de lo que se hiciera, tuviese que ver con una realidad democrática que, de no cuidarla, acabaría siendo insostenible. Lo contrario sería una concentración de poder en un líder endiosado que impondría unas decisiones ultra dependientes, que no harían sino poner en evidencia lo perverso de una naturaleza que es parecida a la del partidismo rampante que favorece la polarización y los amagos guerracivilistas que predicen graves turbulencias. Por tanto, indignarse está bien cuando sientas que algo atropella tus derechos individuales. Lo lamentable sería no reaccionar y mantener una actitud pasiva ante la gravedad de lo que sucede a nuestro alrededor. Para reafirmarnos en la realidad que vivimos, deberíamos generar emociones compartidas con quienes hubieron de pasar por momentos de angustia cuando de jóvenes concibieron un sistema de vida idéntico al que hoy ven peligrar. Por esta otra razón, indígnate, para que tengamos gobernantes justos que promulguen leyes justas y políticos capaces que sepan hacer oposición y luego gobernar como es debido: Implantar en las esferas del poder un personalismo colmado de vanidad y arrogancia, no hace al buen político que está obligado a alejarse de él si quiere llegar a ser un gobernante responsable que responda a las expectativas de sus votantes.

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