Independencia de Cataluña

    23 oct 2019 / 10:50 H.

    Tal y como se esperaba, sí, una ¿reivindicación política? no exenta de agresiones contra el orden, la autoridad y el bien público, y esto es nada para lo que queda por venir. Es más que evidente que de aquellos lodos vendrían estos otros lodos con desvergüenza y poco sentido del civismo, incluidos.

    Cataluña independentista, sí, esa es la proclama: con una serie de manifestantes con pretensión de declarar la república como forma de gobierno en su “derecho de independencia democrática”, pero, ¿y la mayor parte de la población catalana?, ¿Quiere también independizarse del resto de España?, pues yo se lo diré: ¡No!, viven bajo la “dictadura” del miedo, en mi opinión y la de otras muchas personas que así me lo hacen llegar de manera muy directa. Una señora, por exhibir su bandera de color rojo y gualda, recibió un golpe por parte de un joven manifestante que la tiró, literalmente, al suelo. Repruebo estas actuaciones. No son de mi agrado estas imágenes tan sumamente lamentables que se han emitido por televisión. Existe un sector de la ciudadanía catalana manifestándose, pero dentro de este sector, algunos desarmados han optado por los actos vandálicos —ahora se llaman así—, violencia, dura violencia, agrediendo, asimismo, al cuerpo de la policía y de la guardia civil, que han demostrado ser, una vez más —y me refiero a unos y otros agentes de seguridad— ejemplo de dignidad, ganándose el respeto de la ciudadanía. No todo vale, ¡no!. ¿Y los mandatarios?, cabría preguntarse si se está actuando con demasiada pasividad, permisividad y “templanza”. Las fuerzas políticas no aúnan fuerzas, y valga aquí la redundancia menos redundante, porque si la unión hace la fuerza, no he visto mayor exhibición de, llamémosle, inquietante tranquilidad que nos llega a enervar. No me extraña que la gente de a pie esté harta, muy harta de quienes nos gobiernan. Los unos, por los otros, y la casa sin barrer, ¡qué digo casa!, las calles de Barcelona y de otras provincias catalanas, levantadas en sus adoquines, con espantada de turistas y pérdidas multimillonarias. No hay más ciego que quien no quiere ver, ¿y las empresas?, también se van de Cataluña. ¿Por qué será?