Imagino los
versos del pueblo

    07 jun 2019 / 09:54 H.

    Me imagino a un jovencísimo Miguel, de pastor, cuidando de su rebaño, escribiendo al servicio del mundo. En soledad y, al mismo tiempo, rodeado de tanta belleza. Me lo imagino subiendo por el monte con su máquina de escribir portátil. El sonido de las teclas, mientras los pájaros ponen comas a sus versos. El río llevándose las palabras y el pueblo de Orihuela saludándolo a su paso. Llega la guerra, llega el hambre y, así, me imagino a un Hernández con actitud más luchadora pero con ansias de paz. Recordando esos montes de poesía, donde la sangre solo existía en una triste España. Me imagino a Miguel y a Josefina, compartiendo más que silencios y más que versos. Un amor dividido entre los mundos de las ideologías. Aquí en Jaén, también a Miguelito me lo imagino, con el alma de los aceituneros en cada resto de escritura. Sus pasos de joven pastor, de autodidacta convencido, de luchador, de poeta herido en un tren sin retorno. También me lo imagino con la mirada perdida hacia el cielo, minutos antes de morir. Joven poeta que, con 31 años, dejó este mundo para encarcelarse en la realidad del universo. Ya sin celdas, sin prisiones ni presiones, con la libertad por bandera y la eternidad como camino.