Illa, salvador del PSC

16 ene 2021 / 21:02 H.
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Salvador Illa tiene fama de ser un hombre serio, estudioso y muy trabajador. Es del Espanyol y católico practicante. En su día aceptó la cartera de Sanidad, un Ministerio eminentemente técnico, vaciado de competencias y con muy pocos funcionarios, y su manera de llevar la pandemia, la peor en más de un siglo, y quizás ese tono triste de hablar y estar con el que conectaba con el hondo abatimiento de todo un país, y su manera didáctica y serena de explicar las cosas, lo convirtieron durante el confinamiento y después en una especie de “allegado” de unos y otros que salía por televisión. Illa siempre ha tenido su principal referente en Josep Tarradellas, que montó la Generalitat desde una habitación con una mesa y un teléfono. De Tarradellas heredó la radical convicción del respeto a las instituciones. Ese estilo institucional, serio, de político de los de antes, tal vez sea el motivo por el que Illa se ha ganado el afecto de una gran cantidad de ciudadanos. La gestión de la pandemia ha abrasado políticamente a algún ministro de Sanidad europeo. Puede que también a algún presidente (Macron). Pero Pedro Sánchez y el PSC han decidido que Salvador Illa sea el candidato socialista a presidir la Generalitat en las elecciones catalanas previstas para el 14 de febrero.

Illa, decíamos, recuerda el estilo de los políticos de la Transición, aquellos que convertían en rivales a los enemigos y a los rivales en amigos, desde Santiago Carrillo a Manuel Fraga. Posee un tono sosegado de transmitir que remite a Rodolfo Martín Villa, aunque el exministro del Interior provocaba muchas veces un aburrimiento absoluto. Illa no tiene nada que ver, pues, con la mayoría de políticos actuales. Ante los comicios catalanes, Lorena Roldán, por ejemplo, después de ser el rostro de Ciudadanos (Cs) en el Parlament durante los últimos años, se ha pasado a las filas del Partido Popular, como número dos de Alberto Fernández. La profesionalización de los políticos conduce a eso. El político cambia de partido como si cambiara de empresa. Durante la Transición a ese paso se le llamaba transfuguismo y estaba penalizado política y socialmente. Otros tiempos.

Miquel Iceta, que parecía destinado a repetir como candidato del PSC, ofrece, sin embargo, una imagen algo desgastada por la constante e insufrible guerra fría de Catalunya, aunque se trata de un político de primer orden, con un perfil que recuerda a algún personaje de las novelas de Luis Antonio de Villena. Eva Granados, dirigente del PSC, ha dicho en una entrevista que los socialistas catalanes trabajan denodadamente cada día, pero que, por la noche, les gusta bailar, que son “muy bailones”. Pedro Sánchez lo comprobó cuando terminó un mitin de Iceta con ambos moviéndose a ritmo de música pop. Pero Eva Granados añadió: “A Salvador Illa no lo he visto bailar nunca”. Y ahí está Illa como revulsivo para que las elecciones catalanas no consistan solo en un pulso entre partidos independentistas. Porque muchos consideran que este hombre recio, de dureza amable y con un sentido tarradellista de la política puede llegar a formar Gobierno. Mientras arranca la campaña, sigue en su puesto
de ministro, entre las críticas de unos y otros, aconsejando a la gente que salga poco a la calle, por la pandemia, las nevadas y este frío aterrador. Lacan lo escribió hace años e Illa tal vez lo haya pensado alguna vez: “Todos los males del hombre moderno le vienen de que no se sabe quedar quieto en su habitación”.

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