Ignorancia obstinada

    12 jun 2019 / 09:12 H.

    Resulta frecuente toparnos en los libros con atractivos personajes que nos cautivan y nos adentran en un mundo mucho más seductor. Pero, cuando sacamos la nariz de entre sus páginas y husmeamos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que las personas suelen ser bastante más interesantes en las novelas que en la vida real. Lo que en aquellas distinguimos con claridad como nobleza o bondad, en esta resulta, a menudo, una burda superchería. Y es que, a veces, confiamos en la inteligencia y la decencia del prójimo con una ignorancia obstinada que roza la estupidez. Te envuelven con una sonrisa de esas que deforman las quijadas del más pintado, te agasajan, se ofrecen... Hasta que necesitas algo, una nimiedad, y entonces, de repente, los ves correr, como el ganado cuando se asusta, en estampida y en dirección contraria. ¡Joder! Piensas: “Otro tonto”. Y es que está la cosa que no cabe ni uno más... Pero, ya seas un capullo inteligente o del tipo descerebrado, ándate con cuidado, porque como dice el aforismo latino: “Veritas filia temporis”, la verdad es hija del tiempo, o lo que es lo mismo, el tiempo acaba por sacar a relucir la verdad... y esta, cual flecha certera, pone a cada tonto en su lugar.