Humildad cada ocho horas

22 feb 2016 / 09:39 H.

Cada época del año regresa marcada por su propia cadencia. Ritmo que al tiempo que parece repetirse también adviene siempre nuevo. Entre estos detalles encontramos el despertar de la flor que viste el invierno. El blanco y el rosa, a modo de pequeños copos, adelantan una esperanzada primavera exterior e interior. El coraje frágil y humilde del almendro que desafía con lo que sencillamente es hasta el frío de estas fechas. No se comparan, tampoco pretenden destacar ni ofrecer nada que no son y, como sucede en tantas ocasiones con la naturaleza, se convierten en una hermosa enseñanza para la mirada del ser humano maduro y lúcido que repara en ello. ¡Cuánta humildad debemos de practicar! Quizá en pequeñas dosis, tal vez deba de ser una receta que prescribirnos cada ocho horas, pero se hace del todo urgente con objeto de que podamos evitar saltar por encima de la realidad en la que vivimos y sobre la que, además y falazmente, pretendemos tener la Verdad. Sin embargo, dicha Verdad sólo se alcanza en el camino conjunto que recorremos desde el diálogo y el respeto. Da igual la perspectiva desde la que miremos la vida, no podemos jugar con la sensibilidad que nos hace a todos vulnerables.