Humanizar el futuro

    07 jun 2025 / 09:40 H.
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    La semana pasada tuve el placer de responder a un periodista en una entrevista que se publicó en este Diario. En la última pregunta trató de conocer mi opinión sobre la inteligencia artificial y le contesté a vuelapluma que ese es un tema peliagudo en el que veo complicado poner orden ya que se desarrolla muy rápidamente mientras que el progreso intelectual que debe controlarla y definir su correcto uso va mucho más lento. Han pasado unos días y he de decir que sigo intentando acercarme a una mejor compresión del alcance real y la influencia de la Inteligencia Artificial en el futuro de la sociedad, ya que considero que estamos en una encrucijada en la que se dirime el destino de la humanidad, que puede ser positivo y muy beneficioso o negativo y desastroso en función de la dirección que se siga en el desarrollo y uso de dicha herramienta.

    Vivimos en un mundo complicado en el que la tecnología avanza a una velocidad que cambia la realidad y la manera de percibirla sin que la mente humana tenga tiempo para modular el cambio que es inevitable y humanizar los resultados intentando mejorar la vida y las expectativas de progreso para todos.

    El problema es saber si la sociedad podrá asimilar y controlar una sucesión continua de cambios que se están produciendo a una velocidad inimaginable gracias a la potencia irresistible de la inteligencia artificial. En muy poco tiempo y sin apenas margen para la reflexión cambia el entorno. Vemos cómo las herramientas que tenemos a nuestra disposición y utilizamos en la vida cotidiana, nos escuchan, nos hablan y responden a infinidad de cuestiones complejas en cuestión de segundos, dando la impresión de que todo lo saben, lo infieren, lo valoran y son capaces de encontrar respuestas que a veces nos sorprenden y nos aturden por su sencillez, respuestas que nos permiten y les permiten tomar decisiones que pueden afectar al futuro de todos. Se puede afirmar que estamos viviendo una etapa de desarrollo de la tecnología que camina a una velocidad inimaginable y casi imparable porque las máquinas han superado las barreras del conocimiento y no sabemos si hay límites éticos que no podamos impedir que traspasen, ya que, por su propia naturaleza, las máquinas en principio carecen de sentimientos.

    La pregunta más inmediata es saber si la inteligencia artificial que está en pleno desarrollo es capaz de comprender la noción más básica del instinto humano que a mi modo de ver son precisamente los sentimientos, eso que está fuera de toda lógica pero que tiene un valor básico e inapreciable para cada persona y que sin embargo carece de precio o ventaja cuantificable. Aquí surge la pregunta. ¿Cómo hacer comprender a una máquina que siempre actúa y reacciona de una manera lógica, la variedad de sentimientos que por definición escapan a toda lógica? O lo que es equivalente ¿cómo hacer trabajar a la inteligencia artificial valorando sentimientos propios de las personas y reaccionado en consecuencia?

    ¿Hacia dónde vamos y qué camino seguiremos para llegar? No creo que exista una respuesta fiable a esta pregunta porque en una sociedad materialista en la que desde hace ya un par de generaciones casi han desaparecido los planes de estudio de ciencias sociales y humanidades es muy improbable que sea posible humanizar a las máquinas por muy perfectas e inteligentes que estás puedan llegar a ser, a no ser que desde ya se incluya como ley un código ético, que podríamos denominar contrato social, en el desarrollo de la inteligencia artificial que defina de forma precisa los derechos y deberes que como humanos hemos de respetar y cumplir y exija y obligue a las máquinas y todo lo que se desarrolle, se decida y se ejecute con ellas a cumplirlo en toda circunstancia. Sólo con una premisa como la que acabo de exponer o alguna equivalente podríamos considerar que el desarrollo de la tecnología y por consiguiente la utilidad de la inteligencia artificial que de dicho desarrollo se obtiene llegaría a ser un medio fiable y seguro para mejorar la vida y el futuro del hombre.

    En definitiva, es necesario humanizar las máquinas para preservar el futuro de la humanidad.

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