El cuento del tranvía
Erase una vez que se era un pueblo grande que aspiraba a ser ciudad y en sus pretensiones no cejaba en su copiar. Un día calcó un tranvía que entre Vélez Málaga y Torre del Mar sus raíles extendía y, en el centro, “El Ingenio”. Allá, dos poblaciones, un centro comercial y un tranvía pero que en este pueblo grande casi que igual sería: una población, dos centros comerciales y un tranvía. Con las mismas pócimas lo aliñarían y a excepción de las pruebas nunca más andaría. Los paisanos asumieron, porque así lo contaron los munícipes en el cuento del tranvía, que era un transporte público limpio para el meneo de los trabajadores de un polígono industrial sin industria condenado a la sangría. En aquel pueblo grande el ingenio fue de rostro: dotar de movilidad al “Santo Reino” pero a la munícipe mayor la cambiaron y el nuevo, afanoso, el especulativo chiringuito al “Jaén Plaza” raudo lo llevó. Panza arriba se quedaron las vías en ese pueblo esperando su tranvía de la discordia por “Las Cuevas” hasta los “Alvores”. Arruinaron a comercios, cabrearon vecindarios con el juego de sus timos. Y mientras tanto ¿y el tranvía qué no pasa? se preguntan los vecinos. Moraleja: no te fíes de los políticos, siempre se arriman al satélite que más calienta.