De lo “Alto”

05 feb 2017 / 10:54 H.

La ostentación del poder suele ser como un demoñillo que pretende cegar tu consideración a los demás, queriendo hacerte sentir superior. Terreno peligroso. En general, digo yo, el poder procura el abuso, pero sólo si lo vives desde el punto de vista terreno, esto es, egoísta. La vanidad humana atrapa a quien lo tiene, invitándolo a aprovecharse, y olvidándose de los demás, de la justicia particular y social que a cada cual le debe ser reconocida. Pero si vives el poder que te ha tocado ostentar desde la postura de la doctrina católica, o, sencillamente, escuchando a tu conciencia, entonces recordaras lo que Jesucristo afirmó a Poncio Pilato: “No tendrías poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo Alto”. Por eso, así lo creo yo, todo poder se debe postrar ante Dios, que es a quien se lo debes, y, por ende, dirigirlo al servicio de los ciudadanos. Es de cajón, digo yo, preferir un poder que mira a Dios reconociendo su autoridad y su bondad, y por ello sirve a los hombres, que un poder terreno-egoísta que hace, irrefrenablemente, que casi solo te mires a ti mismo; que esta es la causa de la corrupción.