Hospital San Agustín

    26 feb 2021 / 11:04 H.
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    Hace ya algún tiempo, aún no soy capaz de precisar cuánto, pero al fin sí que tengo por cierto que es seguro que recibí el alta médica después de estar ingresado durante diecisiete interminables y dolorosos días en el Hospital San Agustín de Linares; y ahora convaleciente y espero que en el camino de poder recuperarme y seguir adelante con la vida en la que para nuestra desgracia solemos estar tan desubicados que a veces no sabemos apreciar nada de lo que nos ofrece, gozando de una de mis grandes aficiones, la música clásica, me ocupo en intentar hacer aquello que en verdad disfruto que es escribir, y con ello dar forma a la promesa que me hice de relatar mi obligada y sin embargo grata experiencia como paciente en el centro médico gestionado por la Seguridad Social Andaluza, centro en el que fui ingresado por síntomas al parecer bastantes graves producidos por una infección severa de coronavirus.

    Como primera observación quiero pedir perdón a mis lectores por todas las posibles faltas de coherencia que puedan encontrar a lo largo de esta líneas, quizás no escritas con la frescura de ideas que necesitaría para poder expresarme con precisión, quede esto como una forma de intentar decir algo sensato, ya que una niebla mental vela lucidez a mi mente, tengo trastornos de atención y padezco de falta de concentración, pero sí he de decir que creo que merece la pena hacer el trabajo que uno se propone aunque a veces fallen las fuerzas, ese es mi caso en este momento. Como ya he dicho escucho una de las más grandes obras musicales que la mente humana ha sido capaz de concebir, en concreto la Sinfonía número 9 de Beethoven y mi mente vuela libre impulsada por su fuerza y su poderosa armonía. Recuerdo que Schopenhauer afirmaba que la música ocupa el lugar supremo de todas las artes.

    Pues bien, la razón fundamental de lo que ahora escribo es muy sencilla para que todos sepamos la verdad de cómo funciona una institución de servicio público y como son acogidos y cuidados los enfermos en el día a día. Como premisa debe quedar muy claro que la Sanidad Pública necesita más inversión, más medios materiales e incluso humanos y sobre todo un nivel mucho más elevado, amplio y variado de cobertura, pues a pesar de pretender ser de acceso universal, solo llega a los entornos más cercanos y privilegiados, o sea las ciudades y algunos pueblos bien comunicados, el resto ha de adaptarse a la escasez de medios e incluso la penuria más lacerante. Eso es lo que percibe todo aquel que se asoma a esa área de soporte social básica. Y una vez dicho esto que considero inadmisible y de urgente solución, paso a relatar una experiencia real, la mía como paciente. No puedo decir nada más, que en una situación de gravedad médica extrema como ha sido la que he padecido, me he sentido en todo momento persona, atendida con dignidad, con cariño y con una dedicación plena por parte de todo el personal que ha tenido responsabilidad alguna hacia mi persona y eso lo digo después de pasar allí internado una buena temporada, cuando es posible que mi forma de actuar incluso haya sigo gravosa, no por malicia alguna, sino porque en las condiciones en las que me encontraba era una persona desvalida y necesitada en todo momento. Mi agradecimiento a todo el personal, médico, sanitario y de servicio no tiene límite y lo llevaré siempre dentro de mí, porque por desgracia, no podría expresarlo de manera particular, ya que debido a las normas de protección sanitaria no conozco a nadie, no tengo ni una cara a la que poder mirar, reconocer y decir gracias, no hay una figura que describir y mostrar a todos como ejemplo de trabajo bien hecho, solo tengo recuerdo de ojos compasivos, que me han mirado complacientes, llenos de cariño y dando un cuidado extremo, ese que solo pueden ofrecer a los demás, aquellos que llevan la belleza dentro del alma. Jamás los olvidaré y pediré a Dios que los conserve y los haga cada día más bellos para que aquellos tengan la desgracia de caer enfermos, reciban como consuelo la lotería del amor al trabajo bien hecho y sean bendecidos por la mirada de esos ojos compasivos y tiernos. Y ahora puedes continuar tu camino, quizás tienes algo que encontrar buscando más allá, sobre la bóveda de las estrellas, allí están todos tus hermanos y el supremo hacedor, el arquitecto del universo, Dios, si quieres llamarlo por su nombre.

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