Heráclito y la socialdemocracia

14 oct 2018 / 11:37 H.

Ahora resulta que, miles de años después, los presocráticos, alcanzan cierta actualidad. Más exactamente, algunos de ellos que nos valen para, por contradicción, acotar el concepto del dinamismo, en la política, o del progreso de las civilizaciones o de la consecución de los derechos fundamentales o de la definición del arte de lo posible. Todo ello frente a la quietud y el anclaje del pensamiento en el pasado. Todo fluye, nadie puede bañarse dos veces en el mismo rio, como mantuviera Heráclito, aunque existan en nuestro mundo que lo hacen en charcas, de modo que su gestión al no renovarse deviene en pura ciénaga. Son líderes Parménideos, como ocurre con cierta derecha carpetovetónica que se erigen en cruzados de verdades absolutas, como si estas no fueran revisables, interpretables para cada coyuntura social o, cuando menos, matizables en el rio de los tiempos. Ocurre ahora, en este país y como no en la construcción de Europa. Quienes más saben nos reconvienen frente a los populismos. Me incomoda tal denominación: utilizar la palabra “populus” para designar a movimientos involucionistas, carentes de todo sentido de la compasión hacia quienes suponen desiguales, negacionistas de los más elementales derechos humanos, medularmente xenófobos que pretenden apropiarse del estado del bienestar. Tal vez, se haga necesaria una reflexión sobre los postulados de la socialdemocracia europea, única ideología que, desde un principio, creyó en el poder generador de la democracia y en su virtualidad transformadora para construir una sociedad más justas e igualitaria. Pero si en el período de entreguerras el peligro acechante era el fascismo, en este momento, la amenaza se llama populismo, y ante la misma deben conjurarse todas las formaciones políticas que creen en la democracia. En realidad, el escenario político que se adivina en países como Italia, Hungría, Polonia, etcétera nos concierne a todos y todos tenemos la responsabilidad de aliviar esa presión política. Pero, acaso sea la socialdemocracia europea la mejor dotada para promover resoluciones a problemas inmediatos y pragmáticos de la ciudadanía, de manera que esta se convenza del poder transformador que tiene la democracia. Un ensayo de esta demanda se está produciendo actualmente en España. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y otros se bañan en el rio de Heráclito, y el cambio reconfortador viene incorporado a su gestión frente a posiciones de la derecha que, en sus declaraciones y argumentario, se aproximan al populismo. Veremos, si prospera.