Hay calores que matan

    17 jul 2022 / 16:35 H.
    Ver comentarios

    Es más que notorio que el calor tórrido y sofocante no ayuda a aclarar conceptos, a refrescar ideas, ni a paliar necedades, al menos a mí me procura una suerte de idiocia transitoria, que me hace presagiar que en algún momento no muy lejano se haga crónica y con una persistencia enquistada. Pero, aún a riesgo de hacerles cómplices de mis dolencias, les preguntaría ¿no estaremos viviendo alguna clase de espejismo ocasionado por el cambio climático, por un golpe de calor que nos adormece y empaña los sentidos, por esas luces cegadoras de los desiertos interiores que no nos dejan ver la realidad cómo es, o la vemos distorsionada ? Hemos y seguimos padeciendo una pandemia, que según nos dicen está atenuándose, porque su incidencia parece ser menor o menos agresiva, y sin embargo seguimos conociendo de numerosos contagios en nuestro entorno, continuamos con mascarillas en los servicios públicos de transporte, sigue habiendo muchos ciudadanos que con recelosa precaución persisten en su uso por la calle, a pesar de que ya no exista como tal la obligación de llevarla, nos informan a diario los distintos informativos, como si se tratara de las fluctuaciones de la bolsa, de los índices variables del Covid, continúan en prevenirnos sobre las medidas de seguridad a mantener, y sobre el posible advenimiento de nuevas olas. Descargan, de alguna manera, en nuestra responsabilidad las posibles consecuencias, y además anuncian que a los mayores de 60 años nos van a regalar un cuarto ¨banderillazo¨ de vacuna, por lo que pueda pasar, (cabe pensar que hay excedentes). Y ante estas noticias que ya se procuran que no sean alarmantes, pero que a los perros viejos ya nos revierten cansinas y un tanto inquietantes, se alardea, y nos muestran todos los medios de comunicación, la resurrección, la exaltación desmesurada, y la populosa alegría de nuestras más emblemáticas fiestas patrias ; supongamos que hablo de los Rocíos, los San Fermines, Los Orgullos, las diversas romerías y demás, donde la concentración de personas es multitudinaria y abrumadora , las distancias de seguridad son anecdóticas y las mascarillas, en todo caso, son utilizadas como papel higiénico. Se puede entender que somos un país de contrastes, donde se tienen que morir los feos, y la corrupción es una asignatura de quinto de carrera, pero esto, a no ser que sea por el calor, no acabo de entenderlo. Pero si a eso añadimos que hemos asistido como personal pasivo, pero acalorado, a una cumbre de la OTAN americana, donde hemos sido ¨ilustres¨ anfitriones, para que los caciques yanquis muestren sus músculos de dólar ante la nostalgia psicópata de un tal Putin, y nos exijan a la comparsa de europeos que hay que invertir en armamento para construir la paz. Es entonces, cuando uno empieza a pensar que estamos locos y no sabemos lo que queremos. Y como no puedo, ni debo acalorarme más, tengo que eludir por falta de líneas y por la inflación, el reciente debate de la nación. ¿Saben ustedes lo que yo tengo inflado...? pues eso. Debe de ser por la calor.

    Articulistas