Hasta el año que viene

29 dic 2017 / 09:05 H.

Amí me toca despedirme hoy con algo de antelación. “La brisa de la Alameda” ya no volverá hasta el año que viene, si Dios quiere, para tratar de completar sus ya iniciados 30 años de existencia. No es nada fácil completar un recorrido tan largo en el tiempo y yo no lo hubiera conseguido de no haber contado con la generosa aceptación y bendita paciencia de ustedes, mis amigos y lectores, y el beneplácito de la dirección de Diario JAEN. Yo tengo el ánimo dispuesto, ilusionado para seguir hablando de los viejos jiennenses y de los de ahora sin distinción de clases ni género; de las cosas de Jaén y las cosas de los políticos, o del Real Jaén. Al fin y al cabo, de las cosas que me gustan, me interesan y me alegran y me duelen, como a la gran mayoría de ustedes. Y lo seguiré haciendo a mi manera, condimentando mis opiniones unas veces con sal, otras con azúcar y en no pocas ocasiones con un toque de vinagre para hacerlas más digeribles. Un chiste expresa en muchas ocasiones más que una conferencia o una charla interminables.

Hoy no pretendo hablar de tantas cosas lamentables, como nos estuvieron lacerando durante todo este año que se va. Y comprendo que 2017 tenga prisa por marcharse sin tan siquiera despedirse. Tuvo que dar cobijo a abusos, maldades, injusticias, desgracias y corrupciones sin poder remediarlo. El año es inocente, por más que, con el tiempo, recordemos a unos años con más cariño que a otros. El problema está en los humanos, que recibimos el año nuevo aún impregnados del espíritu de Navidad y con deseos de felicidad para todos. Cuando ese espíritu generoso se desvanece y desaparece, volvemos a las andadas y ya sentimos menos amor por el prójimo, la humanidad y las cosas bellas que adornan esta vida. Ya cada uno vamos a lo nuestro, “a mi defender y a mí alimentar”, como decía el lobo a San Francisco en el poema de Rubén Darío.

Si el espíritu de la Navidad se pudiera guardar en un recipiente, como si fuera aceite, y cada día, mojásemos en él un dedo para untar el alma, tal vez todo sería muy diferente, porque nos lubricaría el pensamiento, la conciencia. Pero las cosas son como son y hay que convivir con ellas. Yo quiero decirles hoy, en esta despedida fugaz, que deseo fervientemente que sean felices, que sus sueños se realicen y que el nuevo año traiga paz y amor. Sobre todo amor, porque donde reina el amor no crece la maldad.