Hartazgo

    05 nov 2023 / 08:57 H.
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    Hace más de tres meses que se celebraron las elecciones generales en nuestro país y aún estamos con un gobierno en funciones. No es algo nuevo porque ya en el año 2016 estuvimos algo más de diez meses (314 días) y en 2019 más de ocho meses (254 días) con gobiernos en funciones. Ello no debe significar que los errores sirvan para justificar el error nuevamente. Cuando la ciudadanía es convocada a los procesos electorales sueña con una política que recoja ideas que permitan mejorar nuestra vida cotidiana ante un futuro que se presenta tenazmente cambiante. Tengo un sueño, decía Martin Luther King. Soñemos por un momento que los diferentes partidos políticos existentes en nuestro país se reúnen para tratar de encontrar soluciones a los problemas que tiene la sociedad española en general y las autonomías, las ciudades y los pueblos en particular. Sigamos soñando que de esa reunión de participación y colaboración y, con las orientaciones y recomendaciones adecuadas de expertos (que haberlos haylos como dice el arcaísmo gallego), consiguen elaborar un elenco de soluciones concretas. Sigamos soñando que esas soluciones se llevan al parlamento como propuestas, se aprueban y se llevan a la práctica. Despierten del sueño. No es posible. Al despertar del sueño vemos políticos cada vez menos preparados para poner soluciones a nuestra realidad. Sigue pasando el tiempo y lo que vemos es el aumento de más representantes políticos, pero menos las medidas nuevas para los problemas que la misma ciudadanía seguía y sigue viendo. La ciudadanía confía (no sabemos hasta cuándo) en la política para resolver los problemas que nos afectan, especialmente para gestionar el bien común: impuestos, recursos naturales, defensa de nuestros derechos, libertades, inmigración, educación sin exclusiones, sanidad, vivienda, transporte, pensiones, sociedad de bienestar e incluso fronteras y relaciones internacionales. En la fecha que escribo este artículo aún no conocemos la fecha de la sesión de investidura para que comience su andadura la nueva legislatura. El partido que se consideró como ganador de las elecciones no ha logrado la investidura y ya se postula como partido de la oposición, el otro partido que, en principio era la oposición, es ahora el que intenta la investidura intentando reunir los votos necesarios para la misma mediante alianzas que deberán explicar en su momento. Todo ello, sin entrar en las consideraciones estratégicas que se están llevando a cabo, entre otras cuestiones porque no las sabemos, aunque las sabremos con certeza dentro de poco, está generando una situación de hartazgo en la ciudadanía que no vería con buenos ojos una repetición electoral porque ello significaría que los políticos son incapaces de entenderse sin ver más allá de lo que es una pura estrategia de poder en medio de un caos político en el que se puede observar que lo que menos interesa son las necesidades de la gente que en su día les dio su confianza con su voto. Nos preguntamos por qué es tan difícil la colaboración en el ámbito de la política cuando nos encontramos en un modelo de sociedad que puede ser considerado como políticamente avanzado, en la medida que puede ser caracterizado como democracia estable y moderna, con niveles aceptables de participación ciudadana y de más equidad en la distribución de recursos económicos. Aun así, las transformaciones sociales, la diferenciación y complejidad de las relaciones entre los individuos, están marcando una nueva perspectiva de análisis de la vida social y sus actores, y consecuentemente de las demandas que una sociedad compleja puede hacer respecto a la formación ciudadana y la cultura política. El hartazgo que sufrimos puede ser soslayado buscando intereses comunes y consenso en un espacio político que está cada vez más dividido.

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