Hanna y la Filosofía

27 nov 2021 / 16:32 H.
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Hanna Arendt en tiempos de oscuridad” es una obra teatral llena de filosofía sobre una filósofa. La función, que se ha representado con éxito por segunda temporada en el Teatro Quique San Francisco de Madrid, y se espera que continúe con vida, tiene algunos ecos de la sensacional película sobre Hanna Arendt dirigida en 2013 por Margarethe von Trotha, que, en parte, contribuyó a difundir el pensamiento de Arendt, autora de obras imprescindibles para entender la contemporaneidad. La función teatral se apoya en un texto sólido y rico escrito por Karinna Garantivá, también una de las protagonistas. El espectáculo se desarrolla en un escenario desnudo, donde conviven en la intimidad casi exclusivamente palabra y actor, la reflexión y el silencio, con hermosas imágenes y el trazo inconfundible del director, Ernesto Caballero, un consumado experto en teatro de ideas. Estamos ante un recorrido por las ciudades en las que vivió la filósofa (Alemania 1906-New York 1975), algunas en desesperada huida de los nazis, también estuvo en campos de concentración, pero la obra, sobre todo, abunda en los picos del pensamiento de Hanna Arendt. “El mundo no mejorará gracias a la fe, mejorará por su compromiso”, afirma. O: “Hemos dejado de hacer política para cambiar el mundo; ahora solo importa el partido”. Hanna Arendt no era marxista, pero siempre estuvo muy cerca de los grupos marxistas.

Puede afirmarse de esta función teatral con personalidad en lo visual, atractiva y honda, lo que en su día escribíamos de la película. Es decir, se trata de una pieza que conduce permanentemente a la reflexión, que obliga al espectador a realizar un considerable ejercicio mental para acompañar a los pensamientos de los personajes. Porque no es una obra en la que ocurran cosas, sino en la que se piensa en cosas. La función tiene un notable final con la irrupción del metateatro al exponer el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmam, que Hanna Arendt cubrió en Jerusalén en 1961 para el rotativo “The New Yorker”. La función cobra ahí una tensión fría ante el reparto de responsabilidades frente a aquel burócrata gris y despiadadamente disciplinado, encargado del proceso de introducir a los judíos en los trenes que los conducían a los campos de exterminio. “Eran decisiones políticas. Yo solo cumplía con mi trabajo”, repitió Eichmam ante el tribunal, con su corbatilla y el traje negro (tal y como aparece en las fotos) como el cajero de un banco de la época al que se le hubiera torcido definitivamente el alma pero todo hubiera quedado enmascarado en su gesto de aburrimiento. En la obra se transmite una pregunta al público: ¿Podría cualquiera de nosotros estar en la posición de Eichmam? La obra agita el pensamiento y llena al espectador de dudas. Por tanto, cumple con su objetivo. En su atmósfera está también el reflejo de algunas teorías sobre el teatro elaboradas por Juan Mayorga, dramaturgo y filósofo, contenidas en su colosal libro “Elipses”. Juan Mayorga tiene una influencia decisiva en el teatro actual. “Hanna Arendt en tiempos de oscuridad” expande el pensamiento de una filósofa sublime. E invita a una pregunta: ¿Puede prescindirse de la asignatura de Filosofía como enseñanza obligatoria en los planes docentes? ¿Puede la juventud actual alejarse de los filósofos? ¿Qué piensan los padres de los estudiantes, por qué no se les oye nada al respecto? A Hanna Arendt le gustaba el mazapán.

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