Hablar de España

24 abr 2019 / 08:45 H.

Será cosa de la edad. No me extrañaría, pero a veces tengo la impresión de que estoy desfasado de esta forma de vivir de la sociedad actual. Sí, creo que ya debo estar chocheando porque hay muchas cosas que no logro entender. ¿Tanto ha cambiado la vida? ¿O es que yo he progresado tan poco? No entiendo cómo se han ido perdiendo valores tan tradicionales. Se ha debilitado el concepto de familia, la importancia de la dignidad, del decoro y la buena educación y se omite el sentimiento de patria. Hasta los líderes más destacados prefieren decir “este país” antes que mencionar el nombre de España o la expresión tantas veces proclamada gloriosamente de “patria”. Francamente me he quedado muy atrás en la cultura de nuestros días. Y no me pesa ni me arrepiento. Jamás.

Cuando iba a la escuela de primera enseñanza, en la calle Mesones, recuerdo el orgullo contagioso con el que el maestro, mi inolvidable, respetado y querido Guillermo Llera, nos hablaba de la patria como un nexo de todas las familias españolas. Aún recuerdo emocionado aquel día en el que, en la madrileña calle de la Castellana, juré bandera junto a cinco mil soldados más. Me sentía importante y orgulloso de ser español. Habría sido igual si hubiera nacido en otro punto del planeta porque mi respeto por mis raíces y las tradiciones de mi patria las hubiera sentido con el mismo convencimiento. Hoy los políticos hablan de nuestra tierra, nuestro país, nuestro territorio nacional, pero pocas veces pronuncian la palabra España. El sentimiento se difumina.

Que nadie crea que trato de ponerle freno al progreso recordando sentimientos del ayer. Hoy más que nunca prima la libertad de expresión y de sentimiento, y debe respetarse. Pero no puedo evitar que me duela el alma cuando escucho hablar mal de algún lugar de España, de Andalucía y, sobre todo, de mi Jaén. Ya sé que ningún ser humano elige su lugar de nacimiento, pero el destino quiso que yo naciera en esta bendita tierra del Santo Reino, y me siento orgulloso de ello. Por eso sufro cuando veo que mi tierra está marginada, olvidada, exenta de una atención, de un cuidado, que sirva para mejorar la vida de los jiennenses. Sólo recibimos promesas. Por eso, recordando el primer verso referido a la patria de nuestro inmortal poeta Bernardo López, yo me digo: “Oigo Jaén tu aflicción...”