Hablando
no se come

15 mar 2019 / 16:28 H.

Nos atrevemos a censurar, al menos de pensamiento, cuando vemos a un mendigo inmigrante que habla con su móvil. Pidiendo para comer, pero para móvil bien que no le falta. Pensamos. Muy rápidos para juzgar, pero, “pronto se arrepiente, el que juzga apresuradamente”. Dice un estudio que nuestras necesidades al salir de casa son comprobar que nos llevamos tres cosas, las llaves, el dinero y el móvil; y añade que se debe a la ancestral costumbre del hombre de tener previsión sobre sus necesidades, a saber, alimentación (o cómo conseguirla), un lugar donde refugiarse, y un medio de comunicarse. Posiblemente ese inmigrante de color que, sentado nos desea los buenos días; o ese ciudadano del este, que arrastra un carro con lo que parece inservible; de la miseria que obtiene, una parte lo convierte en riqueza para su familia, y prefiere gastar en comunicarse con ellos aunque las tripas le suenen. ¿Quién no tiene la necesidad de saber de sus seres queridos?, ¿de oír unas palabras de aliento cuando eres un marginado?, o lo que es más triste, ¿de dar las palabras de aliento? Pues no olvidemos que si están aquí posiblemente son los privilegiados de su familia. Mirémoslos de otra manera, y si no les ayudamos, al menos no les juzguemos, pues “cuanto más se juzga, menos se ama”.