Guitarra en soledad
Una hermosa canción de Julio Iglesias dice que “a veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas...”. No fue una carta lo que yo recibí en la noche del pasado martes, sino la llamada telefónica de mi entrañable amigo el doctor Miguel Ángel Bueno, que me trajeron palabras con sabor amargo, con sabor a lágrimas. Miguel Ángel me dio la triste noticia de que José Luis había muerto horas antes en Córdoba. No tuvo que ampliar más datos para que yo comprendiera al instante de que se trataba de José Luis Martínez Gordo, el jiennense que alcanzó las mieles del éxito y de la fama con el nombre artístico de José Luis y su guitarra. Un artista al que yo admiré desde sus comienzos, hace muchos años, y a quien no tuve la suerte de conocer personalmente hasta diciembre del 2014, cuando le saludé, junto a su esposa Mariquilla, en la Puerta Barrera de nuestra ciudad.
José Luis nació en Jaén el día de la Virgen de la Capilla hace 81 años. Hizo la carrera de ingeniero técnico de Obras Públicas, que aparcó para dedicarse a la canción, convirtiéndose en el primer cantautor español de éxito. Acompañado siempre de su fiel guitarra, José Luis nos ofreció preciosas composiciones que triunfaron en el mundo, como “Mariquilla”, estrenada en 1956, dedicada a su esposa y que fue la llave que le abrió las puertas del éxito. Luego vendrían “Campesina”, “La última copa”, “Señorita luna”, “Escríbeme” y “Mariquitilla”, dedicada a su hija mayor. Protagonizó dos películas y, en 1962, renunciando a apurar la copa del éxito hasta el último sorbo, se retiró para retomar su profesión de ingeniero técnico en Córdoba. Pero nunca abandonó su guitarra y, cuando se lo pedían, José Luis volvía a hacer vibrar sus cuerdas en actuaciones benéficas.
Solía venir a su Jaén, donde tuvo grandes amigos. La última vez, en la Navidad de 2014, para participar en una velada benéfica. La dolorosa noticia de su muerte será muy sentida en nuestra ciudad. Su voz será ya un eco entrañable que consolará a su familia y amigos y perpetuará su recuerdo.
Y en algún lugar de su casa, queda una guitarra sola, ahogando entre sus cuerdas el dolor de la ausencia de su mejor compañero. Una guitarra que dio apellido a un gran artista y que compartió con él incontables momentos de felicidad, de gloria. Una guitarra que hoy llora.