Gracias, Chicho

11 jun 2019 / 11:30 H.

Casi estrenaba yo mi adolescencia cuando, en el inolvidable teatro Cervantes, presencié una función de teatro. No recuerdo su título, pero sí me acuerdo del nombre de la primera actriz, Pepita Serrador, y de un joven actor —un adolescente casi cuatro años mayor que yo— que intervenía en la obra. Su nombre era Narciso Ibáñez Serrador, hijo precisamente de la primera actriz. Ella sí era muy conocida, pero el muchacho no lo era aún. Es más, antes que a él, yo empecé a familiarizarme con un guionista que se hizo muy popular con el nombre de Luis Peñafiel. Luego supe que era el apelativo que utilizaba Narciso Ibáñez Serrador cuando escribía sus historias. También recuerdo una serie televisiva, en blanco y negro, “Historias de San Michele”, cuyo joven protagonista me hizo recordar a al muchacho que vi en el Cervantes: Era Narciso Ibáñez Serrador. No tuvo una larga carrera como actor, pero no tardó en destacar como creador y director de programas de televisión inolvidables que le lanzaron a la cima de la fama televisiva. “Un, dos, tres”, “Historias para no dormir”, “El semáforo” y muchos más subían los índices de audiencia a niveles insospechados. Ocupó más de cuatro décadas la atención de los españoles. Chicho Ibáñez Serrador era un mito. Había superado en mucho la buena fama de sus padres, ambos actores. Pepita Serrador, nacida en Argentina, hija de españoles, y Narciso Ibáñez Menta, nacido en Langreo y nacionalizado en Argentina. Los continuos viajes de este matrimonio hicieron que Chicho naciera en Montevideo. Vino a España cuando tenía 12 años y regresó en el año 1963. Arraigó y se quedó hasta su muerte, acaecida en Madrid, hace pocos días, a los 83 años.

Nos dejó un recuerdo imborrable a las generaciones de su tiempo. Por sus programas televisivos y por sus películas, como “La residencia” y “¿Quién puede matar a un niño?” y sus obras teatrales. Sus obras son difíciles de olvidar y le valieron a Chicho innumerables premios y galardones, el último de ellos el Premio Goya de Honor por toda su obra. Aparte de todo esto, a mí me dejó un recuerdo muy especial, porque una ocasión que hablé de él y su arte en una de mis “brisa”, tuvo la gentileza de enviarme una carta agradeciendo mi artículo y ponderando la caricatura. Una bonita prueba de sencillez de un hombre muy grande. Gracias, Chicho.