Globalización, cultura e identidad

24 mar 2024 / 09:27 H.
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En la reciente celebración del día de la provincia de Jaén se animaba a profundizar en nuestro sentimiento de identidad como algo deseable y necesario. Sin embargo, en la actualidad, en lo que se conoce como la sociedad de la información, las opciones de identidad son cada vez más complejas. En la sociedad tradicional, el sistema social se sostenía en una sencilla estructura cuyas instituciones sociales imprimían una férrea coacción a sus miembros. El sistema de valores era uno y en él había que orientarse. Pero con la tradición moderna, deudora de la ilustración, cambia el sentido del modo de estar el hombre en la sociedad, diversificándose el sistema moral y proliferando nuevos valores y códigos de conducta. Estos cambios sociales, que también lo son de desarrollo en algún tipo de escala a la que llamamos civilización, ha afectado a todos los órdenes de la vida pública y privada, pero, sobre todo, ha consolidado, al menos en las sociedades occidentales, la libre opción de las personas (relativa, eso sí, dependiendo de las posiciones de clase) donde toman sentido disposiciones y actitudes críticas y, sin duda, también contradictorias. Cabe destacar del proceso modernizador la generalizada toma de conciencia ciudadana por la cual se valora la autonomía de las personas y la idea de democracia como asunto colectivo. Entiendo que existen en la actualidad dos debates esenciales. El primero hace referencia a la globalización de la cultura que puede llevarnos a la “homogeneización cultural”, lo que puede implicar la exclusión de los menos favorecidos. El segundo tiene como eje nuclear una nueva concepción de la cultura capaz de ser sensible y responder a las diferencias culturales aún a costa de caer en aislamientos y particularismos que pueden anular la universalidad del individuo en las sociedades complejas. Desde el concepto de globalización que desarrolla alianzas, conexiones, intercambios económicos entre países, entre las formas de vida de los individuos, sus hábitos y sus costumbres, estamos entrando en una nueva forma de concebir el mundo que trasciende fronteras en otros tiempos imaginarias. Sin embargo, en un mundo como el actual, con fuertes desigualdades entre individuos, entre pueblos, entre naciones, la globalización afecta a la identidad de los sujetos, ya que todos no ocupamos el mismo lugar en la sociedad y en la cultura, que puede generar procesos asimétricos que, a su vez, originan procesos de exclusión y desigualdades en aquellos que no tienen posibilidades de acceder a la red económica, política y cultural globalizada. La identidad entendida como la pertenencia fundamental a un grupo, familia o comunidad es algo que todos requerimos para nuestro crecimiento humano y sentido de vida y es por eso que en la actualidad la respuesta de los territorios a la globalización pasa por la necesidad de autoafirmar nuestras identidades con el objetivo de preservar y recuperar aquellos símbolos del pasado que nos sirvan para reivindicar nuestra capacidad de decidir, innovar y desarrollar nuevas alternativas y opciones para crecer, mediante experiencias colectivas. En una sociedad como la jiennense, con identidad propia, definida históricamente y manifestada a través de su patrimonio cultural debemos apostar por una revalorización de lo cultural, de lo identitario y de lo patrimonial que constituya un gran eje de desarrollo. Potenciar nuestra identidad puede despertar interés en una población, a veces apática, por lograr una mayor cohesión social y la proliferación de actividades económicas que mejoren nuestra calidad de vida. El patrimonio inmaterial es un ejemplo de creación fundada en las tradiciones como expresión de identidad cultural y social y que debemos recuperar, conservar y proteger como palanca de desarrollo y de reconstrucción del tejido social.

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