Gestionar emociones
Las emociones nos hacen sentir vivos. Es gracias a ellas que
todos experimentamos el gozo, la gratitud, el amor, la inspiración, la
angustia o el miedo..., en sus diferentes grados. Conocemos perfectamente las emociones más básicas, e incluso pensamos que somos capaces de identificarlas en los demás, y por supuesto, en nosotros mismos. Sin embargo, la realidad es
bien distinta. Emociones aparentemente tan evidentes como la tristeza, con
frecuencia se camuflan en la ira o el
enfado. Todos hemos vivido situaciones en el trabajo, en clase o donde sea que nos encontremos, que nos han entristecido, sin embargo, cuando hemos llegado
a casa nos hemos mostrado enfadados con aquellos que menos lo merecían.
Si a veces no somos capaces de identificar y gestionar adecuadamente nuestras
propias emociones, imaginaros las
dificultades que podemos tener para
reconocer las emociones que experimentan los demás.
Puede que pensemos que ese
no es nuestro problema ¡bastante tenemos
cada uno con reconocer y manejar las nuestras, como para también tener que estar pendiente de lo que otros sienten! Sin embargo, esto
es fundamental a la hora de relacionarnos. Nos permite conectar con la
otra persona y la ausencia de esta habilidad, supone una carencia que afecta
de forma negativa todas las interacciones diarias, e incluso las relaciones que
establecemos, sean del tipo que sean.
En entornos laborales, las emociones
han dado un paso al frente. Los líderes
de “ordeno y mando”, que para nada
tienen en cuenta a los trabajadores y mucho menos lo que sienten, forman parte del pasado.
Atender a las emociones supone un nuevo
reto para las organizaciones. Debemos tener presente que influyen
en todo lo que hacemos tanto de forma positiva como negativa. Es por ello que también resultan clave en las empresas, donde
el bienestar emocional de los trabajadores sin duda se reflejará en el clima
laboral y en el buen desempeño de
sus tareas.