Gestión del estrés

    15 feb 2024 / 16:00 H.
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    Vivimos tiempos acelerados, en los que la realidad parece diluirse, se hace “líquida”; un entorno cambiante, incierto y hasta cierto punto hostil. Vivimos un mundo distraído e interrumpido, donde estar presente se hace complicado y lidiamos con el agotamiento, la insatisfacción permanente y alimentando de vías de escape. Somos una sociedad enfocada en el rendimiento y la productividad, pero a menudo desconocemos los criterios del enfoque o trasladamos ese “rendimiento” a áreas que deberían, sencillamente, proporcionarnos disfrute, distensión.

    Esa aceleración se ve reforzada, creada, por los dispositivos tecnológicos, que demandan una atención constante, que nos desequilibran de nuestros ritmos naturales. Nuestros días se convierten en listas interminables de tareas, conectividad y disponibilidad permanente, exposición continua, ruido mental, vulnerables a la presión de una lucha atroz por nuestra atención y encadenados a un sinfín de distracciones y recompensas tan inmediatas como inútiles.

    No falta motivación, estamos en el discurso del “sí, tú puedes” en el que todo parece depender de cada uno de nosotros, y hasta cierto punto es positivo, pero hay situaciones que exceden la capacidad y la voluntad del sujeto; todo esto acaba conduciéndonos a la frustración, al autorreproche, a alimentar nuestros niveles de estrés. El estrés “malo”, el distrés o estrés crónico se ha convertido en un lugar común, ese mal de muchos que ha contribuido a su normalización. La aceleración de nuestro tiempo ha hecho que las situaciones límite que provocan esa respuesta, en principio adaptativa, se multipliquen y que se mantengan, provocando la sobrecarga y la merma de nuestras capacidades, empezando por la memoria o la función ejecutiva y de toma de decisiones. No esperemos a vernos superados, hay suficiente información sobre las claves que nos ayudan a disipar ese estrés. El autoconocimiento, nuestro discurso interior en el que identificar pensamientos; el contacto con la naturaleza; la actividad física, la alimentación y el sueño; el apoyo social; aceptar nuestras limitaciones; la organización inteligente, y localizar tus áreas de control en tu vida. Ya sabemos de todos ellos, es cuestión de ponerlos en práctica, pero me gusta incidir en la importancia de cuidar tu perspectiva, tu enfoque, que se alimenta de tu atención, tu tiempo y tu energía; los tres pilares, depósitos o combustibles vitales, sé selectivo, no derroches. El enfoque se construye, necesita práctica, es un estar presente que atrapa lo consistente de cada momento a través de las preguntas “qué hago, por qué y cómo” en relación a mis verdaderos y profundos objetivos, a lo que me importa y me mueve, esto ayuda a tomar el control de nuestras acciones y a gestionar el estrés.

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