Gestión del cambio

    08 jun 2023 / 09:50 H.
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    Estamos acostumbrados a escuchar que el cambio es una oportunidad, pero los hechos nos demuestran que, a pesar de ser cierto, los trabajadores no lo perciben como tal y las temidas reticencias ante él, no se hacen esperar. A veces nos cuesta entender estas actitudes, sin embargo, cuando te paras a pensar en ello te das cuenta de que hasta la idea de cambiar de ordenador nos desagrada, por lo que, con más motivo, una gran innovación puede ser rechazada. Pero, ¿por qué? ¿Cuál es la causa? En realidad, la respuesta es muy simple y se encuentra en las emociones que todo cambio provoca en las personas tales como, incertidumbre, desconfianza, miedo, tensión o enfado. El cerebro humano está preparado para reaccionar de este modo ante situaciones que considera una amenaza, por lo que una innovación o un cambio pueden ser percibidos como algo negativo y por tanto, como algo que se debe evitar. Es curioso que cuando nos incorporamos a un puesto de trabajo estamos abiertos a todo, no nos importa que nos indiquen cómo debemos hacer las cosas, incluso nos sentimos agradecidos de contar con alguien que guíe nuestros pasos en un primer momento. Estamos en disposición de aprender y nuestros cinco sentidos están puestos en ello. En definitiva, aceptamos sin “peros” la forma de trabajar que existe en esa empresa e incluso somos nosotros los que a veces proponemos mejoras. La diferencia se encuentra en que, en esta ocasión, las emociones que predominan son la ilusión, la alegría, el nerviosismo... Sin embargo, conforme pasa el tiempo, adoptamos esos procedimientos como propios y nos cuesta salir de ahí. Hemos perdido la disposición de aprender que en un primer momento nos acompañaba. Ahora nos sentimos seguros de nosotros mismos, dominamos el proceso y no nos parece bien que alguien lo cambie, puesto que tendremos la sensación de pérdida de control. Obviamos las ventajas que esto puede suponer incluso para nosotros, porque nos sentimos amenazados. La incertidumbre y el miedo toman el control de nosotros mismos y hacen que nos rebelemos constantemente contra ese cambio o esa innovación. Teniendo en cuenta todo esto, es nuestra responsabilidad que los colaboradores sean conscientes de que su esfuerzo valdrá la pena. Deben verlo como un proceso necesario. Deben sentir que confiamos en ellos, que son capaces de hacerlo y que contarán en todo momento con el apoyo que necesiten. Este simple hecho facilitará la gestión de sus emociones y por tanto el proceso de cambio.

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