Géneros de quita y pon

    01 abr 2023 / 09:19 H.
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    Sospecho que hay jardines en los que es mejor no entrar. En especial cuando el tema que se discute es potencialmente explosivo. La edad nos va haciendo más impermeables, pero, a la vez, más interesados en que las verdades no se diluyan en barros ideológicos, creencias interesadas o ilusiones más o menos ingenuas. Cae en
    mis manos la reseña del libro “Nadie nace
    en el cuerpo equivocado” de los psicólogos José Errasti y Marino Pérez. Se autodefinen como “de izquierdas” lo que me da una cierta serenidad a la hora de calibrar sus postulados y no revisarlos con el filtro de la “ranciedumbre” asociado al espectro político del otro lado. Ya el título parece chocar con las
    teorías que actualmente propugnan la autodeterminación de género. Se afirma en el libro que: “El género no se elige como si fueras al supermercado”. ¿Y el sexo? ¿Es lo mismo género que sexo? ¿El género fluye? ¿Se puede ser “no binario”? ¿A quiénes representa la “e”? Me reconozco perdido entre el maremágnum de posibilidades que la combinación de hombre y mujer parece tener hoy día. Y no es ese el problema principal ya que cada persona es muy libre de luchar por la opción
    sexual que prefiera, sino que esa libre determinación de género puede generar, y de hecho está haciendo, disfunciones en muy diversos órdenes.

    Obviamente reivindico que ninguna opción sexual ni de género puede considerarse delictiva tal y como sucedía hasta no hace mucho tiempo, por supuesto, y que pueda vivirse la elegida con la libertad que cada cual la sienta y perciba. La denominada “Ley Trans” adjudica a cada individuo la posibilidad de autoafirmarse en el género que desee sin necesidad de más tramite que su propia decisión. Y tras su aprobación leo que se han formado colas en los registros civiles en especial de hombres para registrarse como mujeres.

    ¿Es un sentimiento elegible ser hombre o mujer? Y, suponiéndolo, el mero de hecho de “sentirlo” ¿abre las puertas, sin informe médico, psicológico o de apoyo, a procesos sin retorno como los que se propugnan en la llamada “Ley Trans”? ¿Se puede ir al registro a autodeterminarse el género sin mayores justificaciones? Si se disiente de ciertos postulados se acaba acusado de tránsfobo y, por supuesto, no es el caso. La libertad es la principal bandera que debemos todos ondear. Ser y amar sin etiquetas es una de las principales facetas de esa libertad. Todo ello, por supuesto, sin imposiciones, pero tampoco sin las oportunas garantías.

    Claro que el horizonte no es tan ideal. Me asaltan noticias sobre un hombre, acusado de violación, que se afirma como mujer en el juicio y al que, por tanto, se le considera así penalmente y se le recluiría en un penal de mujeres. También observo el desconcierto en las pruebas de acceso a un cuerpo policial en las que, tras haber participado como hombre en algunas convocatorias, una persona cambia de género a la mitad del proceso obteniendo así ventajas sobre los compañeros hombres y en detrimento de las opositoras femeninas. Por otro lado, tenemos a los atletas masculinos que se determinan mujeres y participan en competiciones de tal género con lo que alcanzan puntuaciones que no pueden alcanzar las atletas femeninas.

    Ese mundo de Oz en el que la Ley parece alcanzar una igualdad entre personas cis y trans tiene una problemática que no se solventa con el manto de la ideología. Se necesitan protocolos serios que adapten la realidad y que no perjudiquen a la mujer una vez más. La alegría de romper techos históricos, que es perfectamente lícita, no puede dejarse prendida de un hilo obviando la problemática que trae consigo. Cerrar los ojos a una obstinada realidad en aras de un ímpetu ideológico no arregla situaciones complicadas ni solventa el día a día de muchas personas. La mujer puede perder el avance que con tanto esfuerzo ha conquistado si con solo firmar un papel cualquiera puede serlo. El género es algo serio que nos define. Nunca puede ser una cualidad con la que jugar en función del interés del momento.

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