Generación Z y felicidad

18 jun 2022 / 16:00 H.
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Numerosas investigaciones sociales coinciden en analizar las generaciones y caracterizarlas desde el punto de vista del contexto de la época en que les ha tocado vivir y la manera como los acontecimientos globales y los cambios tecnológicos, económicos y sociales afectan a su forma de entender el mundo. El Diccionario de la Real Academia Española define generación como conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una actitud en cierto modo común. De esta manera, y aunque no hay un acuerdo general, la mayoría de los autores coincide en encuadrar bajo la denominación de “generación Z”, a los jóvenes nacidos entre el año 1995 y el 2010, justo después de la “generación Y” denominada “Millenials”.

Este grupo de jóvenes, que se estima constituye, actualmente, el 25% de la población mundial, puede considerarse como una generación nativa digital. La mayoría de los integrantes de esta generación crece jugando con los móviles de sus padres, muchos acceden a su primera tableta digital, a una edad muy temprana, a partir de los cinco años, y tienen su primer móvil smartphone a los 10 años, como promedio. Se dice que los miembros de esta generación son más hábiles con la tecnología que los de generaciones anteriores, pero, en contrapartida, pasan demasiado tiempo conectados a las pantallas, smartphones, televisores, videojuegos; más de 6 horas diarias, en promedio, en detrimento de otras actividades necesarias para una buena salud física y mental. La vida de los jóvenes de la Generación Z depende, en gran medida, y está ligada a internet. Los efectos positivos y negativos en la salud de esta dependencia y énfasis en el uso de la tecnología están siendo, cada vez, más investigados. Estudios recientes en los que se evalúa la salud mental de grupos de estudiantes entre 13 y 17 años pertenecientes a la “generación Z”, revela que el “bienestar psicológico” de estos estudiantes disminuye dramáticamente, y que los adolescentes que dedican más tiempo a las pantallas y comunicaciones por medios electrónicos, y menos, a actividades en las que no se utilizan pantallas (interacción social en persona, ejercicios, deportes), tienen un nivel más bajo de bienestar psicológico y de felicidad. Las implicaciones de crecer siempre “conectados” han generado cambios dramáticos en el comportamiento social, actitudes y estilos de vida, tanto positivos, como preocupantes, de los nacidos en esta era tecnológica. El lado negativo tiene que ver con el impacto en las cuotas de felicidad. No parece ser una generación esencialmente feliz debido a su limitada interacción social. Por ello los sistemas educativos han de aferrarse al paradigma de la felicidad aplicado a la enseñanza como medio para que las personas de esta generación Z puedan ser más creativas e innovadoras. Es claro que la enseñanza actualmente se apoya en las tecnologías de la información y la comunicación para lograr mayores conocimientos y capacidades, pero el reto está en cómo hacer un buen uso de las mismas para no ser usados por ellas. Cabe preguntarse cómo afecta a las personas de esta generación el rendimiento académico en su proceso formativo afectado por la inmediatez y la falta de atención y reflexión y donde se aprecian dos conceptos emergentes: felicidad y éxito académico. La felicidad entendida como el conjunto de experiencias frecuentes de emociones positivas puede tener una influencia en el desempeño académico de los estudiantes asumiendo que intervienen, además, otros factores. En cierta ocasión me preguntaron que era para mí un buen profesor y mi respuesta fue aquel que es feliz y sabe hacer felices a sus estudiantes.

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