Gaudeamus
Cada vez que se inicia un curso académico, escuchamos la típica frase de los mirones, que contemplan los millares de escolares que se incorporan a las aulas y centros educativos en sus distintos niveles: “Y luego dicen que se va a acabar el mundo...”. Es una escena tan cotidiana que apenas si nos llama la atención. Sólo se nos quedan sonrisas, lloriqueos, espantos y pucheros, dependiendo de la edad de los protagonistas.
Por mi parte, abuelo ya, se me repite cada año, por lo bajini, el himno universitario “Gaudeanus igitur”, “Alegrémonos, pues”. Y aquí empiezan las contradicciones. El latín, si se sabe algo, es una lengua muerta para casi todos, y lo siento. Hay poquísimo interés por esta fuente principal, origen de las lenguas romances. Si supiéramos latín, podríamos aproximarnos al contenido del himno universitario, que tiene mucho que enseñarnos. Solemos entonar, casi siempre las dos primeras estrofas, pero la pieza es de siete. La letra se fijó en 1781, por el poeta alemán Christian Wilhelm Kindleben, pero ya existía en la época medieval. También se supone del medievo la partitura, con arreglos del XVIII. Hay numerosos datos y supuestos en los medios al uso. Sí me gustaría apuntar algunas opiniones sobre nuestro himno: tuvo, durante siglos, carácter reivindicativo y contestatario; estuvo ligado a revueltas y revoluciones estudiantiles; se extendió desde Alemania al mundo anglosajón y, consiguientemente, a Estados Unidos; es, igualmente, un nexo de unión entre los estudiantes del mundo occidental... Esto supone que es una pieza viva, salvando algunas tristes antiguallas, heredadas. Por ejemplo: Alegrémonos, pues, mientras somos jóvenes. Tras la alegre juventud, tras la penosa vejez nos poseerá la tierra. ¿Dónde están los que nos precedieron en el mundo? Subid a los cielos, bajad a los infiernos donde ya estuvieron. Nuestra vida es breve y rápidamente se acaba. La muerte viene veloz y nos rapta atrozmente: nadie será perdonado.
Menos mal que lo trágico se suaviza con las loas: ¡Viva la Academia, vivan los profesores, vivan todos sus miembros, vivan todos sus órganos! ¡Que siempre estén en flor! Pues bueno. ¿Y qué podría decir el feminismo:? ¡Vivan todas las doncellas, fáciles, hermosas! ¡Vivan las mujeres tiernas y amables, buenas y trabajadoras! Y no falta tampoco la adulación y la represalia: ¡Viva el estado y quien lo gobierna! ¡Viva nuestra ciudad y la caridad de los mecenas que aquí nos protege! ¡Muera la tristeza, mueran los que odian, muera el diablo, y los malos colegas, y los que se mofan! Con estas recomendaciones, ¿nos alegraremos? Mejor seguiremos cantando en latín.