Fútbol genuflexo

    23 nov 2022 / 16:44 H.
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    Reconforta saber que, en España, la gran mayoría de los deportistas de élite, singularmente futbolistas, muestran su responsabilidad respecto de pequeños y grandes admiradores; y en tal sentido cuidan, por la vía del ejemplo, de que sus maneras frente al adversario sean civilizadas y siempre carentes de violencia. Y merecen reconocimiento también los pocos dirigentes de club que han erradicado de los estadios esa forma de terrorismo verbal que incita al odio, a la xenofobia al insulto frente a los desiguales. Pero el expresado impulso depurativo lo han realizado deportistas y algún que otro dirigente de club; no lo han promovido las instituciones, ni el estado y su primordial instrumento que es la política, la cual, en boca de los ciudadanos se enmascara en estúpidas excusas: “soy esto o lo otro y yo no me meto en política”. Como si todo lo que se mueve en la polis no sea, al final político, como si pudieran justificarse sociedades o regímenes políticos en los que las desigualdades en los géneros precipitan a sus ciudadanos discrepantes a la prisión e incluso a la muerte. En realidad, tanto los estados democráticos como los dictatoriales, se han valido del fútbol, de una manera absolutamente indecente. Los primeros por causas económicas ya que un mundial de fútbol concita la atención de más de la mitad del planeta. Y en los segundos se produce la pretensión de blanquear genocidios, fortunas, la crueldad de legislaciones que matan por dos centímetros de velo mal puesto en el rostro; qué magnifico gesto el del equipo iraní de fútbol, negándose a que sonara el himno nacional de su país. La política de dictadura y democracia ha mantenido genuflexo al fútbol y a su máxima expresión cuatrienal. Qatar no ha sido una excepción, y ha ofrecido motivos suficientes para la inasistencia. A lo que se opuso el máximo responsable de la FIFA con su vergonzosa atribución de hipocresía, incluso a quienes han tenido la obediencia de poder de manifiesto el blanqueo de capitales y de opresión o muerte que constituye la concesión del mundial de Qatar. El expresado presidente con sus inmensas identificaciones parece mostrarnos una estrategia exculpatoria de lo que suponemos y, de momento, no pueda probarse. Todo el fútbol, no digo todo futbolista, se ha instrumentado por dictaduras e incluso por democracias como un vergonzoso blanqueo de legitimidad, enmascarándose crímenes, envenenamientos, torturas... El dinero y las cloacas de muchos Estados aplauden el gol.

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