Fútbol de Eurocopa
El fútbol de la Eurocopa nos redime de una actualidad pavorosa. El triunfo de la ultraderecha por primera vez en las elecciones legislativas de Francia; las preocupantes señales de la salud de Joe Biden para afrontar el pulso electoral con Trump; la enésima bronca entre PSOE y PP tras el consenso para la renovación del Poder Judicial. Lo escribió Juan Ramón Jiménez: “Con tanto ruido, no veo”. Pero hay que ver los partidos por televisión, uno detrás de otro, porque el fútbol actúa como un lorazepán a balón parado para evadir al personal de una actualidad oscura y amenazante. No se trata del “opio del pueblo”, que decían en los 70 las izquierdas que habían leído mal a Marx, cuando además solo se televisaba un partido a la semana, sino que consiste en divertirse y evadirse con los regates de Nico Williams y de Lamine Yamal, que han conseguido trasladar el fútbol golfo y chupón de las aceras a los lujosos estadios de la Eurocopa de Alemania. La Selección fue la “furia española” de Zarra, el “tiqui-taca” de Xavi e Iniesta, y ahora este resurgir último y urgente de los chupones, que representan a los mejores y por eso a los chicos más envidiados del fútbol de patio de colegio en el que durante un remoto día de la infancia soñamos con ser futbolistas de España o, al menos, del Real Jaén.
Las personas de mi generación (65 años) vimos durante mucho tiempo a la Selección jugar en un desierto. España no se clasificó para disputar ningún Mundial ni ninguna Eurocopa entre Inglaterra-66 y Argentina-78, cuando aquel bigotillo homicida de Videla permanecía impasible pero satisfecho con los goles de Kempes y Bertoni. Fue una eternidad, porque un año, que para un viejo pasa rapidísimo, dura mucho para un niño o un adolescente. Eran los tiempos de Ladislao Kubala como seleccionador, cuando España ganaba heroicamente los partidos amistosos y perdía los oficiales. Por eso, creo, muchos aficionados de mi generación cantaron con mayor alegría aquel gol de Rubén Cano en 1978 a Yugoslavia, que nos clasificó para el Mundial de Argentina, que el de Iniesta, que nos hizo en 2010 por fin campeones del mundo. Rubén Cano era el ariete del Atlético, fichado del Elche, una mezcla de Morata y Julio Salinas pero en trompicado, que alcanzó un balón dificilísimo en semifallo, la pelota le golpeó la espinilla, rodó ligeramente hacia el empeine, y confundió al portero balcánico. En aquellos años de sequía de triunfos, el país vivía intensamente los partidos de la Selección. Luego llegó poco a poco el desapego hacia el combinado nacional, que ahora debe ganarse el apoyo y el seguimiento de la gente con buenas actuaciones y mejores resultados. El aficionado español es mucho más de fútbol de clubs que de selecciones. Lo escribió Francisco Umbral cuando el Mundial de Estados Unidos-94: “El fracaso de la Selección Española no es de Clemente, sino de Felipe González, que no ha sabido aunar el ramo de las Autonomías, que inventó Suárez, en un federalismo republicanoide, como está mandado”. Pues eso. En los 70, decíamos, en Jaén se vendían camisetas de futbolista en una tienda de La Carrera y en Tejidos Gangas. El escudo del equipo y el número del dorsal se compraban aparte y había que coserlos en casa. El fútbol profesional era entonces más próximo, mantenía su condición tribal. No suponía una rareza la irrupción del chupón. Aquel fútbol... Pero lo dejo. Que empieza el partido de la Eurocopa. Además aquí de lo que se trata es de llegar a las vacaciones.