Forges o la decencia

    10 feb 2021 / 09:49 H.
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    Corren malos tiempos y nos falta Forges. La pandemia sigue operativa y se cobra un fuerte impuesto en salud y vidas; nieves siberianas han arrasado media España; las vacunas anticovid, un bien comunitario, están bajo sospecha porque algunos pícaros con poder las utilizan como privilegio; el “enjambre sísmico” de Granada nos hace compartir preocupación por amigos, vecinos y monumentos de la ciudad nazarí... y, frente a estos avatares, echamos en falta los mensajes de Forges a través de sus personajes de gruesa línea negra como los Blasillos, representantes de la España rural y eterna; Mariano, burgués frustrado, casado con la “gordísima” Concha; oficinistas cabreados; aficionado al fútbol alienado; matrimonio perdido en una cama enorme; náufragos dialogando en una aburridísima isla; o político corrupto. Pero, eso sí, tomando siempre partido por la convivencia. Todos sintetizan el lenguaje de la calle, están comprometidos con la crítica social y popularizan modismos verbales como “gensanta”, “stupendo”, “zazto”, “nefecto”, “mayormente”... “Por mucho que insistas, no caeré en tus provocaciones” repite, con sabio estoicismo, una persona tan querida. Forges abordaba asuntos inspirados en el quehacer diario, la política, la historia, la religión o la vida en pareja. Era irónico con los poderosos, se notaba que se reía con sus propias viñetas y consideraba su trabajo creativo como imprescindible ejercicio de y para la libertad. El humor era la forma elegida por Antonio Fraguas de Pablo para enfrentarse a la vida desde su yo y sus circunstancias, que diría Ortega. Quedan en el recuerdo, diálogos geniales como aquel entre marido y señora: “Qué haces?”, “...Estoy pensando...”, “¡Por Dios, Mariano, no hagas locuras!”; o aquella otra viñeta, en que un señor queda maltrecho tras recibir una paliza en un bar, mientras un camarero le reprocha paternalmente: “¡Mira que discutir de fútbol con un teólogo!”. La lectura estos días un libro anónimo de esotérico título, “Encyclopedia Galáctica. Los extraordinarios viajes del fráter Armurio Capitichota”, atribuido a un probo funcionario y, sin embargo, extraordinario artista y literato, Guillermo R. de Lema y de Claudina, en Preces como: “Señor, concédenos la menos estulticia que quisieres...”, me recordaba al añorado maestro del humor crítico. Termino, como es obligado, evocando el contenido de aquella viñeta de Forges en la que filósofo Emilio Lledó hace un ruego, que sigue siendo pertinente: “¡Ojalá este domingo regrese la decencia!”.

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