Fin del verano
El verano va rozando su final, y no porque haga más fresquito, sino porque lo dice el calendario. Ya se va viendo septiembre y, con ello, la rutina, la vuelta a la normalidad. Porque así es, en este país la normalidad es que nuestra descendencia tenga sus días ocupados porque, realmente, no sabemos muy bien qué hacer con ella durante dos largos meses completos y dos picos de otros dos. Pero el caso es que ya huele a libros de texto, a salir corriendo un domingo a buscar una carutlina, a tardes corriendo para extraescolares y a escuchar eso de “a ver si llega ya Navidad y descansamos un poco”. Y esto, claro, tiene su otra perspectiva. Y no es otra que la de los y las docentes. Que no es por queramos cuidar de vuestros hijos e hijas, sino que con esto de estar en el limbo el partido que nos gobierne, pues nos crea una incertidumbre de narices. Desde las competencias, a los estándares, a las situaciones de aprendizaje... Estamos los y las docentes más asustados por un nuevo cambio de ley que porque el mundo se acabe. Porque luego, todo el mundo opina, porque todo el mundo sabe hacer nuestro trabajo, desconociendo los cambios que se producen no de un curso a otro sino de un trimestre a otro.