Fiestas y pregoneros
Estoy convencido de que las nuevas generaciones, desde hace medio siglo acá, no han visto jamás a un auténtico pregonero, un oficio que ya existía en la época del imperio romano. El pregonero era el encargado de vocear en las plazas de los pueblos todos los acuerdos que emanaban de los ayuntamientos y las noticias más importantes que se conocían dentro y fuera de la propia localidad. Se ayudaba de una trompetilla para convocar a la ciudadanía. Ahora el pregonero es aquel que abre con un juego de palabras más o menos florido las fiestas, ya sean lúdicas o religiosas. Yo he sido pregonero en varias ocasiones y —a excepción de Villanueva del Arzobispo— en ningún otro lugar se hizo realidad eso que se dice de “darle dos cuartos al pregonero”. A mí no me dieron ni dos cuartos ni un real. Eso sí, quizá sea el único pregonero de esta era que utilizó la tradicional trompetilla en su pregón. Fue en uno de los Carnavales de Jaén, en los que tampoco me dieron “dos cuartos” pero me quedé con la trompetilla de recuerdo. Y aún la conservo.
El pregón hace años que se puso de moda y no hay comisión de Festejos, por modesta que sea, que no busque un pregonero para su ciudad, su pueblo o incluso las fiestas de su barrio. Y queda bien además de que sale barato. Yo mismo pedí a mi amigo Santi que pregonara las fiestas —¿dónde están esas fiestas hoy?— del Puente Tablas y el hombre apenas recibió un par de cervezas como pago. Gracias siempre, amigo mío. En Jaén ya comenzaron las fiestas populares del verano. Este último fin de semana el bullicio estuvo en La Alcantarilla. Y también la Asociación de Vecinos Cauce se encargó de buscar no un pregonero, sino una pregonera de postín. El pasado jueves, Pepa Arroyo Guardia, mi buena amiga, cautivó a los vecinos con sus palabras. Pepe ya tiene experiencia en esto de pregonar porque ya lo fue del Cristo de Charcales, amén de que tiene una larga y cimentada experiencia en celebrar reuniones audiovisuales en cofradías, asociaciones e instituciones sobre sus vivencias en las misiones, de las que Pepa es una vocacional irrenunciable. Ella, una empleada desde hace años de Aqualia, consiguió unos de los sueños de su vida al poder prestar su colaboración como hermana misionera en un poblado indígena de una zona amazónica en el norte del Perú. Ya digo, una pregonera de lujo.