La suerte se define como un encadenamiento de sucesos fortuito o casual. Etimológicamente, viene del latín “sortis”, en referencia a un sorteo o división de tierras que, al no tener la misma productividad, determinaban mayor o menor riqueza. Siempre hay quienes parecen tener más suerte, lo que despierta suspicacias y provoca que más de uno se pase la vida lamentando la propia y envidiando la ajena. Pasa como con lo de la paja en el ojo ajeno: es fácil verla en los otros, cuando, las más de las veces, el éxito no guarda relación con el azar o el destino, sino con el esfuerzo, la valentía o la voluntad. Y es que, en unas ocasiones se confunde con la inteligencia y en otras con una descarada delincuencia. Sin embargo, también es cierto que a algunos les toca la lotería, ocupan puestos que no merecen o ganan viajes para dos personas a destinos exóticos. No obstante, y pese a reconocer su buena estrella, he vivido lo suficiente para saber que la verdadera fortuna nada tiene que ver con dinero o estatus, sino con tener a tu lado a alguien que te quiera, pero de verdad, tal como eres, sin cambiarte ni amargarte ni reprocharte. Y que te regala lo más valioso que posee: su tiempo. Eso sí es buena suerte. Y mejor suerte aún es que lo merezcas.
