Farmacéutic@s

13 mar 2017 / 11:25 H.

L a semana pasada tuve la imperiosa necesidad de hacer un alto en el camino que me llevaba, por motivos de trabajo, a visitar una importante empresa de la provincia. Un camino, de esos que nuestra maravillosa provincia regalara al viajero sensible a la belleza natural de sus paisajes y a la autenticidad de sus pueblos. Un alto, motivado por un incesante pico en los ojos que me dificultaba la visibilidad y por tanto, la seguridad en la conducción. Un objetivo concreto: Encontrar una farmacia donde me dispensaran un remedio que calmara aquel molesto prurito. El resultado fue el adecuado y mis reflexiones durante el camino de vuelta, me gustaría a través de este medio, compartirlas con ustedes. En España hay 5.267 farmacias rurales (que son aquellas que se asientan en poblaciones de menos de 30.000 habitantes). De entre ellas, son muchas las que han sido declaradas por el Estado farmacias de Viabilidad Económica Comprometida (VEC). Núcleos de población reducida, gobierno central y autonómico aprobando medidas para abaratas los medicamentos desde hace 17 años de forma ininterrumpida y el incremento de los gastos fijos derivados de la actividad, convierten en insuficientes las ayudas que desde la administración y a través de un real decreto aprobado en 2011, ha tenido esta red farmacias. Un sistema eficaz de distribución, que ha sostenido a lo largo de los años un modelo que, aunque razonablemente criticado por exclusivista y eternamente amenazado, ha sido ejemplo de servicio orientado a la satisfacción del paciente. Y el eje sobre el que ha pivotado y pivota une eslabón fundamente en la cadena de una sanidad que pretende ser ejemplar y sostenible, es (no diré figura) la persona del farmaceútic@ con mayúsculas. Un profesional que merece todo nuestro respeto y admiración. El desempeño de una actividad profesional a la que se llega con conocimiento de cómo funciona el organismo enfermo (no precisamente el político), de cómo funciona la estructura química de los médicamente y de cómo, cuándo y quien debe tomarlos, ha sufrido un cambio radical. Ahora son necesarios conocimientos en materia de gestión empresarial, son necesarios conocimientos en marketing, en contabilidad, en control de almacén, en financiación, en merchandising en el punto de venta, en dirección de personas, en técnicas de ventas, en fidelización de clientes... En definitiva, un profesión de la salud con la responsabilidad de hacer rentable una empresa, la suya, es un escenario hostil pues la solución, en este permanente ejercicio de tratar de reinventarse permanentemente en busca de la vialidad, está en manos de quien legisla. Un profesional, que atiende impávido a publicación recientes como la de la clasificación QR World University, que sitúa a 10 facultades de farmacia españolas entre las 300 mejores del mundo, cuando la única publicación que le aporta valor es la que le hace todos los meses su cuenta de resultados y que le invita a cuestiona el actual modelo académico y legislativo tal y como está concebido. El farmacéutic@, ese profesional que tan brillantemente ensalzó el periodista Fernando Ónega, cuando hace pocas fechas pregonaba en nuestra tierra el centenario del Colegio de Farmacéuticos, con un canto romántico que apelaba a la relación entre profesional y paciente al tiempo que resaltaba sus valores. Valores que emanan de una profesión multidisciplinar que acomete acciones propias de psicólogos, maestros, consejeros espirituales o amigos y que no dejan de contribuir al bienestar de las personas y de la sociedad. Una profesión que demanda estrategias diferencias en función de la tipología de las farmacias y una modernización legislativa que premie con incentivos y exenciones su disponibilidad permanente y su contribución a las campas de educación sanitaria para personas que conforman aun una sociedad de mayores, que ni saben ni van a saber lo que es un e-commerce y que, como yo valoran lo que es estar siempre y cuando más se les necesita.