Expirar
de cara
al cielo

    09 abr 2020 / 16:27 H.
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    Nunca ha sido tan nefando este Jueves Santo, pues muchos jaeneros nos han sido arrebatados por tan atroz pandemia. Otros luchan por su vida, en inhumana soledad, sin el calor de los suyos. Y aunque los cofrades sabemos que el cuerpo puede morir, pero no el alma, esta certeza no aplaca el dolor por tanta desolación producida por un virus que nos despoja de nuestra soberbia y prepotencia.

    Los que se han ido son recibidos en otra dimensión por un rostro compasivo, que expiró antes que ellos, para eternizarlos, de cara al limpio crepúsculo del Jaén de nuestros sueños mejores. Y al verlo, sabrán que su fe no era baldía, pues hicieron suya en vida esa delicada expresión de anhelo que nos roba el alma desde que setenta y dos labradores hicieran el encargo a un afamado escultor para que enamorara a la ciudad, primero en gloria de mayo florido, más tarde en pasión de Jueves Santo, hondo, profundo, rotundo... Jueves de cirio y cera que escurre como la lava quemando la piel a través del guante. Jueves de torbellinos de incienso que incendian el alma. Jueves de saetas anónimas que alivian la falta de aire de un cristo de ensueño, que sin respirador, acoge en su estertor postrero todas las tragedias humanas de su ciudad amada, por la que pide al Padre, en su último suspiro. Jueves de lágrimas invisibles al sentir el tibio fluir de la primavera por el río de la sangre, el quejido abisal de la corneta, el calor de los hermanos que hablan con la mirada a través del ojal del caperuz, y presentir en la distancia, el glorioso cascabeleo del palio de la Señora, que viene de oír siete palabras de fuego que se han clavado en su pecho, pero, cuyo dolor acerado apenas daña la belleza infinita de su
    rostro, la ternura inviolable de su gesto, Madre nuestra a cuyas plantas caemos
    en tiempos de angustia. Salus infirmórum ora pro nobis. ¡Jueves Santo de mi Jaén! Lo llevamos muy dentro del corazón.

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