Experiencia, un valor político

08 jun 2021 / 11:40 H.
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El presidente de los EE UU, Joe Biden, está sorprendiendo a todo el mundo por la valentía con la que ha abordado medidas transcendentales para su país, en sus primeros meses de gobierno. Desde conseguir dar un giro radical en su política contra la pandemia de la covid, hasta volver a los acuerdos de París contra el cambio climático, pasando por una política de inversiones sociales que suponen debilitar políticas neoliberales que parecían infranqueables. Pocos de los análisis que se realizan sobre su popularidad, que no ha dejado de crecer desde que asumió el poder, reflejan el hecho de lo que aporta el valor de la experiencia y la sabiduría de la edad al asumir una responsabilidad política de esa envergadura. El edadismo cotidiano que impregna nuestra manera de pensar y de sentir tiene su reflejo en la política. Por eso en los últimos años asistimos a un panorama político donde la juventud es un valor frente a la vejez. Tener más de 60 años se considera un handicap en lugar de valorar la experiencia y la sabiduría que suponen las trayectorias personales y profesionales de la gente. Los desaparecidos líderes Rivera e Iglesias aludían constantemente como valor en sus mítines su edad y criticaban a aquellos adversarios que competían con un largo y brillante curriculum, como era el caso del fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. Joe Biden tiene 78 años y una larga y brillante trayectoria profesional y política. Probablemente muchos de los aciertos de su arriesgada política tienen que ver con la sabiduría que ofrece la edad. Como se diría vulgarmente “está de vuelta” y eso le convierte en un líder auténtico que no tiene miedo a equivocarse, ni al coste electoral de sus medidas. La edad otorga en este caso coherencia, solvencia y rigor en las decisiones. Decisiones que no responden a un interés de imagen o marketing político, sino a la convicción de perseguir el bien común, que arrastra después de una dilatada trayectoria política con aciertos y errores en la mochila.

La discriminación por razón de edad ningunea y minusvalora el derecho de las personas mayores a la participación social y política. En el caso de España por poner solo un ejemplo, solo el 6,5% de sus señorías tienen 65 años o más, aunque en población representan el 19%. Sin embargo, el caso de Biden no es el único. El éxito del presidente Mújica en Uruguay o de la alcaldesa Carmena en Madrid, deberían llevarnos a la reflexión de construir una sociedad donde el poder político sea también diverso desde el punto de vista de la edad.

Etimológicamente, la palabra experiencia sugiere cambio. Lo atestigua su matriz verbal derivada del verbo latino experiri, con el significado de innovar, probar y de ensayar. Experiencia por tanto supone también cambiar, modificar, transformar o ensayar. Está relacionada además con la valentía de atreverse a pensar, como diría Kant, y hacer cosas distintas. Atreverse lejos de lo que marcan los prejuicios edadistas no es
solo de jóvenes, es sobre todo de personas experimentadas.

El momento de grandes cambios socioeconómicos y de gran trascendencia social y política que estamos viviendo, requiere contar con el talento de todo el mundo y la experiencia y sabiduría de todas las generaciones. No nos podemos permitir “jubilar a nadie”, porque de esta crisis saldremos con el empuje y el buen hacer de toda la sociedad, independientemente de edad, sexo, discapacidad o color.

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