Europa frente a la xenofobia

19 jun 2018 / 08:13 H.

España ha vuelto a ocupar un lugar destacado en la Unión Europea ofreciendo una respuesta rápida e inmediata a una de las mayores crisis humanitarias en el Mediterráneo. El rescate de un barco con 630 inmigrantes, que previamente había sido rechazado por otros países como Italia y Malta, ha desatado de nuevo el debate sobre la gestión de la inmigración en Europa. Algunos dirigentes como el presidente francés y la presidenta alemana, se han visto obligados a salir al quite de un episodio que ha vuelto a sacar los colores a Europa, por su insensibilidad ante un grave problema de ayuda humanitaria, un comportamiento radicalmente alejado de los valores sobre los que se fundó la propia Unión Europea. No se puede hablar de Europa social mientras miramos para otro lado ante las constantes crisis migratorias.

El problema empezó hace ya años y pareciera que siempre estamos en el mismo punto. De manera puntual sabemos que el Estado español tiene que resolver ahora la situación legal y administrativa de estas 629 personas, pero todos sabemos que se trata de una acción excepcional. ¿Qué pasará en cambio con los más de mil que han llegado este fin de semana a Andalucía y los que van a seguir llegando estos meses de verano a las costas españolas? El problema es estructural y las respuestas deben ser estructurales. Europa no puede seguir hablando siempre de lo mismo sin tomar decisiones valientes. Está claro que las conclusiones de la última cumbre celebrada en Malta hace ya un año, no han servido para nada y que independientemente de las ideologías imperantes ahora en los gobiernos europeos, sería el momento de acometer una política migratoria común que no deje a los gobiernos europeos la libertad de adoptar decisiones unilaterales, condicionadas por la amenaza permanente del crecimiento de los partidos xenófobos y antiinmigración. Si existiera una política y una gestión común, los Estados no soportarían los vaivenes electorales derivados siempre de los discursos y de los partidos de extrema derecha, racistas y xenófobos.

Según el Eurobarómetro solo cuatro de cada diez europeos consideran que los inmigrantes contribuyen al crecimiento y progreso de su país. La mayoría piensa que es un lastre para el Estado del bienestar y una importante mayoría, que les merman sus opciones laborales. La crisis y los recortes en Europa del Estado del bienestar están en el origen de esta actitud social, pero sin una política migratoria europea clara y visible, será difícil hacer otra pedagogía que permita ir modificando estas opiniones. Ni se puede hacer un discurso de buenismo ante la inmigración, ni Europa puede dejar que mueran personas en sus costas por falta de ayuda. Esto directamente es inaceptable e incompatible con los principios más elementales recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Creo que ha llegado el momento de ligar el debate de la inmigración al reto demográfico. La población europea pasará de representar el 10% de la población mundial a un tercio en el año 2050 y en cambio, crece la población en los países en desarrollo. La población de más de 65 años pasará asimismo del 17% al 20% en 2050. Por tanto la inmigración bien gestionada puede ofrecer soluciones a los retos demográficos y de envejecimiento de la población que viviremos en dos décadas, sobre todo cuando nos jubilemos los nacidos en la generación del “baby boom”.