Esto no es nuevo
Es de toda la vida. Ya en los primeros días de colegio, se veía venir al tipo que tenía claro que lo suyo, lo primero, era mandar. Ser el chulo de la clase. No solía ser el más inteligente, pero si el más osado. Pasaba por ser un tipo duro, con buenas hechuras, de insolente mirada y arrogante en sus andares de caderas bien plantadas. Y se rodeaba de algunos compañeros, listos, pero más vulgares, siempre atentos a lo que pudiesen apañar a la sombra del “capitán”. Porque entonces —no sé ahora— lo importante era ligar. Y para eso, al guapo, le bastaba con su sola presencia y —si acaso— con alguna frase hecha, aunque a los —y a las— demás les daba exactamente igual si lo que decía era o no era verdad. Y vamos a ser sinceros, la mayoría de las chavalas procuraban acercarse más a él que a los demás. Aunque no era tampoco una regla general, porque el ingenio de algún feillo, que solía crecerse ante el desaire, con su pico alegre y su gracejo, hacía unos quites de cartel. Pero claro, para otros menesteres de más relevancia intelectual que presencial, no bastaba entonces —ni hoy— con tener trapío, o carisma, como ahora se le llama. Según el ruedo en el que te toque lidiar las exigencias van mucho más allá. Y muy especialmente cuando de lo que se trata es de gobernar. Es decir, administrar la vida y hacienda de los demás. De ahí que a los políticos se les deba exigir bastante más. Y a lo mejor es en eso en lo que los electores fallamos.
Porque no culpemos a nadie. Somos nosotros los que los ponemos. Y el grado de degeneración política al que se ha llegado bajo el liderazgo de este presidente de gobierno está tocando fondo. Es verdad, y menos mal, que todavía quedan instituciones que resisten. Pero, ¿Cómo se puede hablar de regeneración si quien la proclama está apuntalando privilegios que socavan la igualdad de los españoles ante la ley? ¿Dónde queda la dignidad institucional cuando la amnistía borra delitos según convenga o cuando con el dinero público se hacen negocios privados para los amigos del partido? ¿Hasta dónde se va a llegar cediendo al eterno chantaje de los independentistas? Las conquistas referidas al autogobierno de Cataluña y País Vasco fueron conseguidas, entre otras cosas, por el apoyo de una mayoría de españoles que veíamos muy justo y coherente atender a la diversidad, a la autonomía de lo propio —no de lo común—.
Y ahora nos traicionan, porque en aquel apoyo nunca se contemplaba la independencia. Solo los asesinos etarras la pedían. Nos habéis usado. O habéis apropiado de una lucha que no es vuestra, que fue de todos, pero que lo fue no para dividirnos sino para entendernos, para respetarnos en nuestras diferencias, pero estar juntos y solidarios. Mi padre era del Athletic de Bilbao, y mi tío, y mucha gente en España. Mi hijo es del Barcelona, como un montón de españoles. Ser del Athletic de Bilbao representaba mucho. Era el equipo, por aquel entonces, más español porque sólo tenía vascos. A los españoles el hecho de que todos fuesen vascos, “de su tierra”, nos parecía de un mérito muy especial.
De siempre se ha mirado el carácter de vascos o catalanes, de siempre se les ha visto diferentes, con su carácter propio, sus tradiciones. Lo que pasa hoy día no es históricamente, ni socialmente ético ni justo. Los españoles, España, siempre trató bien a vascos y catalanes, sencillamente porque son españoles.