Este verano
Este verano ha sido el de la vuelta a la normalidad, el de los planes para viajar tras dos años de pandemia en la que sufrimos duras limitaciones. Este verano ha sido el de los ciudadanos que han vivido una pesadilla en los aeropuertos por caos de las maletas y los retrasos y cancelaciones de numerosos vuelos que han modificado los planes de viajeros cabreados. Este verano ha sido inquietante para aquellos parados que no han querido trabajar porque piden salarios dignos a empresarios que han reducido los ingresos de sus empresas y han aumentado los puestos vacantes del mercado laboral. El caso es que está costando cubrir puestos de trabajo en sectores afectados por la pandemia. Este verano ha servido para recurrir a los apoyos familiares en tiempos complicados para familias que han visto los precios disparados por una inflación altísima. Este verano es el de las filas interminables en los comedores sociales. Este verano hemos aprendido a enfrentarnos a complejos e inevitables desafíos que están perturbando nuestro equilibrio emocional. A lo largo de estos meses estivales, han surgido interrogantes que evolucionan hacia una deriva en la que se constata el problema de envejecimiento de una población que tiene más fallecimientos que nacimientos. No sé exactamente porqué, pero parece que ahora más que nunca, en este verano, algo grave ha pasado y la amenaza nuclear se ha esparcido por todas partes. El fin de la vida angustia o complace, depende de si te haces responsable de un futuro que va a llegar sin avisar. Esa sensación existe y hace que me aferre al papel que la vida me ha asignado en este tiempo que por desgracia ha acabado para muchos y comenzado para otros que realizan el viaje por una vida jalonada de experiencias que fomentan el cambio de muchas cosas que empiezan a resultarnos extrañas, porque no es normal el deshielo del Ártico y el retroceso de los glaciares; el calor extremo y los devastadores huracanes; la sequía y los incendios intencionados que han destruido grandes ecosistemas. Son registros que van a más y no permiten que confiemos en tener datos más tranquilizadores en el futuro. Este verano ha sido el de la cultura climática que todo lo singulariza: plantea nuevos retos a los que adaptarse en un planeta que debería regenerarse con nuestra ayuda. Este verano ha sido el ideal para tener claridad de ideas y dar respuesta a problemas urgentes. Ideal para mirar a un futuro que exige reflexiones profundas con las que afrontar retos que nos llenan de zozobra, espero que seamos inteligentes y capaces de sobrevivir a ellos. Los próximos procesos electorales en Occidente, van a traer desafíos que cuestionarán el orden democrático, el cambio climático y los daños causados por una guerra innecesaria. Y lo harán coaliciones populistas y extremistas que harán que se cumplan la paradoja que advierte de que vivir en libertad no puede privarnos de una resistencia crucial que ha de promover el buen funcionamiento de la democracia. El auge del nacionalismo sufragado por Rusia y secundado por la Liga, los Hermanos de Italia, Forza Italia, Orban, el PIS polaco, Vox, Marine Le Pen o Alternativa por Alemania, no debería crecer a costa de una Europa integrada y comunitaria. Debemos plantearnos cómo queremos vivir, si en una solidez democrática, o en un desmoronamiento paulatino de la democracia que rompería el equilibrio y la paz en Europa.