Esquizofrenia espiritual
La Semana Santa levanta todo tipo de pasiones, devociones y negocios. La espiritualidad se diluye en medio de todo un boato cultural que desconecta a la persona de la realidad profunda que contiene para dejarla en la epidermis de un fervor que se mira a sí mismo. El memorial que es, queda escondido tras los detalles de las mil parafernalias que la adornan. Si bien su sentido tiene que ver con la actualización de la experiencia profunda de aquel judío marginal, Mesías e Hijo de Dios, llamado Jesús de Nazaret y que lleva al creyente a una conversión radical de su vida, hoy día genera una esquizofrenia espiritual que lleva al devoto a vivir una pseudo experiencia religiosa. Vivencia que queda en la misma superficialidad desde la que ésta se ofrece y que, por consiguiente, no implica ningún tipo de dinámica personal en la misma línea que perfiló el Nazareno. Tenemos que valorar la tradición sin perder el sentido pues, de lo contrario, generaremos un teatrillo más que nos conecta exclusivamente con nuestros pequeños mundos individuales a la vez que nos alejan de la realidad social que requiere de nuestro compromiso y de nuestra sensibilidad. Jesús no fue, no es ficción, es vida comprometida, entregada por amor que nos llama a la acción.