Espliego

    16 abr 2023 / 09:00 H.
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    Cada vez que huela a espliego me acordaré de ti. Siempre”. He despertado varias veces esta noche de cielos rasos, lágrimas de barro e inciensos infinitos, pensando en el porqué de esa sentencia sublime y terrible que obliga al reo a reconsiderar su actitud frente a la vida para no ser considerado más allá de sus pequeños pecados. O a ser prevenido y cauto ante pecados mayores. No veniales ni mortales. De los llamados capitales. Aparece entonces la vanidad como un precipicio sin fondo de donde es complicado salir. Porque de la lujuria se sale (creo), de la gula se sale, (creo) y en los demás nunca he estado, (creo). De esos no entiendo (creo). Curioso pecado este que nos lleva a creer que somos lo que no somos. Y esto ocurre porque de todos es el más idiota y, por ende, es más propenso a caer aquel que de antemano es idiota, como es mi caso. Ya siento miedo de subir a los montes, por si acaso huelo a espliego y aparece la escondida vanidad en forma de sombras de pinos de luna, confundiendo con su aroma a las flores del romero. Pintando de verde claro el azul oscuro del cielo, y el rojo anochecer con su cabello. He dormido poco por saber que ya no está y saber que nunca estará. De todas formas el olor a madre siempre es el mismo. Cada uno tiene el suyo escondido entre pinos, olivares, matorrales, fresas, rosas o claveles. El mío es espliego.

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