Espíritu olímpico

27 jul 2021 / 16:09 H.
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La convocatoria de unos Juegos Olímpicos siempre captó mi atención. Me generaba una emoción porque era un momento único para ver prácticas deportivas que desconocía y mas aun, si había deportistas españoles que las practicasen. Siempre estaba la expectativa de que se ganasen medallas, era como si fuese una victoria personal. Era la identidad de la tribu. Con el tiempo descubrí que mi sentimiento no estaba en la victoria del grupo, sino en el reconocimiento a la persona que la ganaba, a sus esfuerzos, a sus momentos de crisis. A nadie le regalan nada y ya hace tiempo que el espíritu dejó de ser participar. Se valora el éxito. Una expresión más de la cultura meritocrática imperante. Se trata de generar emociones de grupo para captarnos la atención. Detrás de toda la organización esta una máquina de hacer negocio que buscan fidelizarte como cliente en los mensajes publicitarios que mantienen el evento. No es una inversión para fomentar valores sino generar nuevos consumidores. En las condiciones en las que se desarrollan los juegos de Tokio, el presidente del COI ha añadido otro adverbio al lema de las olimpiadas: “Más rápido, más alto, más fuerte... más unidos”. ¿Mas unidos? Como propuesta parece una contradicción, pero estar más unidos implica un mayor reconocimiento a la diversidad. Dejen que les diga que es una ofensa a la inteligencia. Tráteme como a un consumidor, se lo acepto; pero no puedo admitir que hable de valores sociales cuando las olimpiadas son un ejemplo de “supuesta integración” al realizar las competiciones de las personas con discapacidad en momentos distintos y no permitir que compitan alternando sus pruebas al mismo tiempo que el resto de personas sin discapacidad. Es en el fondo un modo de segregar. Durante la ceremonia de apertura, uno de los portadores de la antorcha olímpica, Shigeo Nagashima, que años atrás sufrió una parálisis cerebral dejándole como consecuencia una hemiplejia, con esfuerzo recorrió, apoyado por sus compañeros de equipo, los metros para dar el relevo de la antorcha. Al comentarista de RTVE solo se le ocurrió decir, con una cierta sonrisa propia del que no sabe cómo reaccionar a la situación, que por qué no le habían puesto un patinete para que fuese un poco mas ágil y cómodo, que no lo debía estar pasando bien. No creo que fuese el caso de Shigeo y sí del comentarista exolímpico. La inclusión es visibilizar y compartir los mismos espacios para todas las personas. El deporte no es distinto. Podría pensar que fueron unas palabras desafortunadas, pero no lo creo. Se trata de un ejemplo de cómo tenemos un discurso aprendido formal y ajustado a lo que debemos decir socialmente. Pero no es un argumento interiorizado que expresemos automáticamente implicando emociones, como un valor que muestre un cambio de actitud. De lo contrario, habría alabado esa capacidad de superación que las personas con discapacidad, sean deportistas o no, tienen a diario. Eso sí es espíritu olímpico. Básicamente, la afirmación del comentarista se comprende gracias a lo que comenta Nogueras: “La realidad es que la gente cree —creemos— en muchas mierdas. Y es que somos víctimas de nuestros propios sesgos y de nuestra ignorancia en lo tocante a la mayoría de temas”. O bien, lo que indica Sandel: “Quienes acaban en la cúspide de la pirámide social terminan creyéndose que se merecen el éxito que han tenido”.

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