España y las mentiras
En España estamos acostumbrados a las mentiras. No es raro. Que nadie se escandalice, todo el mundo sabe de qué pie cojeamos... Hay historiadores que nos acusan secularmente, desde la modernidad y los Reyes Católicos, de mentir una y otra vez con el fin de mantener el poder. Eso significa impedir que se renueven las estructuras políticas, no dejar que se oxigenen las ideas y mantener un sistema cerrado y oscuro, contrarreformista y afín al Antiguo Régimen. No obstante, otra España hoy lucha denodadamente frente a los de siempre, esos retrógrados y reaccionarios que quieren ir hacia atrás y constituyen una involución. Lo llamativo, al respecto, tiene más que ver con las opciones de la ciudadanía que con los resultados, porque una cosa depende de la otra, y es curioso que haya en torno a un millón de electores que todavía no ve claro su voto. Estos son los que van a inclinar la balanza, y pequeños gestos de última hora pueden ayudar para que esos indecisos y habituales abstencionistas se decidan el 23J a acudir a las urnas. Para la derecha, como estamos viendo desde hace mucho, cualquier cosa es válida con tal de echarle tierra encima al PSOE y a Pedro Sánchez. Cualquier cosa. Por ejemplo, los amigos corruptos de Feijóo; que rechazaran y criticaran la reforma laboral, y ahora afirmen que es buena; que falseen una y otra vez los datos de crecimiento económico o de empleo y griten que España no va bien, cuando en Europa felicitan al Ejecutivo por las medidas de los últimos años; que se alíen con la carcundia de Vox y que nieguen la violencia de género y cancelen tantas ayudas sociales y protección para las mujeres; y así podríamos seguir indefinidamente. Llama la atención asimismo que este PP, cada día más cerca de Vox, se arrogue la creación de puestos de trabajo, cuando de sobra es conocido que representa a pudientes y empresarios, y que les ayudará para que paguen menos impuestos, asfixiando a trabajadores y clases medias. En suma, suprimir las coberturas sociales públicas. En realidad le da igual si la gente pasa hambre o necesidad... A ver, ¿desde cuándo a la derecha le preocupan los trabajadores? Me acuerdo que en los ochenta, en mi pueblo, llamaban Nissan Paro a los Nissan Patrol, criticando que fueran coches comprados con el desempleo. España entonces estaba poco entrenada en lo que significa el Estado del Bienestar —de corte liberal, pero fundamentalmente socialdemócrata—, y era la época en que se pensaba que si una persona se encontraba en el paro debía ser un muerto de hambre o a punto de robar, porque no tenía para salir adelante en el día a día. En Europa, sin embargo, nos llevaban la delantera, las cosas funcionaban de otro modo y los desfavorecidos aprendían a resistir con los subsidios, cobrando el paro y tirando como buenamente se puede. Aunque seamos simplemente trabajadores; aunque solo nos apañemos con el salario mínimo o estemos pendientes de los caprichos del jefe, se puede vivir con dignidad... En este momento decisivo nos hallamos ante un peligroso zarpazo ultraderechista. Su modelo es populista, demagógico y mentiroso. Cambian los datos, les dan la vuelta y no poseen ética alguna: solo quieren el poder, para el que se creen que han nacido. Claro, los ricos deben mandar.... Si la gente no lo remedia, las oportunidades cada vez se van a ir reduciendo más y más, hasta que ya no queden.