Esos sabios bajitos

No me parece en nada acertado el terreno que estamos abonando para despertar resentimientos y viejos rencores que deberían estar ya, si no olvidados, superados por el bien común. Se empeñan en asegurar que en la época de Franco todo el mundo se debería sentir desgraciado. Ni que decir tiene que jamás debería existir una dictadura, ni un lugar en el mundo donde no se respetarán los derechos humanos. Pero no se puede obligar a que necesariamente todo el mundo cuente lo que quieren los que se consideran por encima del bien y del mal. Mis padres vivieron la contienda cuando tenían veintisiete y treinta años. Una vez finalizada, en contadas ocasiones se referían a ese desgraciado episodio de la historia de España. Tampoco se hablaba de política; había cosas más importantes que hacer para sobrellevar el día a día. Nunca los escuché quejarse, simplemente aceptaron la responsabilidad de sacar adelante a su familia y cinco hijas que no son pocas. Disfrutaron de los progresos que poco a poco se iban viendo. Y así, aunque les parezca mal a los sabios bajitos que nos rodean y que tan puestos están en historia, fueron felices a su manera. Para ser sabio hay que esperar y ser mucho más prudentes.