Esos grajos de beca verde
Dos mil veintidós se va con la tristísima noticia de la muerte de uno de los nuestros. Un buen tuno, un buen músico y sobre todo una buena persona. Tratándose de él, resulta chocante que nos abandonara precisamente el año que el club de
sus amores llegaba a los
cien años. Nadie elige el día que viene y se va de este mundo, como nadie elige a la familia que nos viene dada, aunque la familia de estos grajos de beca verde,
sí que la elegimos hace
tiempo, sin saber que estábamos formando una
verdadera familia, con
sus malos rollos, con sus buenos y malos ratos, con miembros a los que quieres, con miembros a los que
casi ni conoces, pero que ríen y lloran unidos, como familia que son. Y así lo demostraron recientemente, unidos por la desgracia de
la pérdida de un ser muy querido. Me siento afortunado y orgulloso de ser parte de esta familia a la que
llegué hace más de treinta y nueve años, siendo muy joven, y que va creciendo año tras año, a pesar de
que algunos de estos grajos de beca verde vuelen ya
muy alto.