Eso que tú me das...

    19 ago 2023 / 09:00 H.
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    Eso que tú me das/Todo lo que me das/Es lo que ahora necesito/Todo te lo voy a dar/Me ayudaste a remontar/Todo te lo daré/Sea lo que sea, lo que pidas... Son frases entresacadas de una canción de Jarabe de Palo y, curiosamente, la letra y el nombre del grupo representan los dos extremos —enfrentados— que podían ser las dos caras de la negociación política en la que estamos sumidos. Esperemos que la antelación con que esta columna se escribe no la deje obsoleta cuando llegue el turno de presentarla en las páginas del periódico.

    Por un lado, es obvio el desenfreno petitorio que los resultados electorales ha ido sumando al ir y venir de los políticos en su ansia de permanecer o llegar al poder. Es hora de pedir, de arañar dinero, infraestructuras, capacidades decisorias, transferencias de transportes, aeropuertos, algún que otro referéndum, quitas de deuda, disminuciones de penas, olvidos seculares, juegos malabares con el código penal, remiendos constitucionales, recibimientos en olor de santidad a delincuentes sangrientos sin ápice alguno de arrepentimiento, soberanías de amplio espectro, desequilibrios en el uso de las lenguas, cuando no el arrinconamiento de una de ellas, —la oficial del estado— y cualesquiera otras prebendas que, en otras circunstancias, tendrían difícil encaje en la realidad social.

    Sin embargo, la posibilidad en lontananza de alcanzar o permanecer en los monclovitas aposentos genera cegueras y olvidos de índole peculiar. Todo es posible en política y a todo se acostumbran —nos acostumbramos— los votantes de a pie. Se llega incluso a dar la vuelta a los razonamientos y se nos hace creer que, si a los díscolos se les concede lo que desean, la paz llega como por encantamiento. Supongamos que en un aula en la que destacan tres “folloneros” —perdón por la vulgaridad— el profesor les deja hacer, decir, manejar y saltar por encima de todas las normas para después decir: “Veis, he alcanzado la paz y mejorado la convivencia”. Del agravio comparativo con los que se han mantenido en su lugar nada se habla a pesar de que son las víctimas de esa supuesta paz. Algo similar pasa, sucede o puede suceder en el mapa territorial de esta España nuestra, de “Mi querida España” a la que cantaba Cecilia hace, parece, milenios: “¿Dónde están tus ojos?, ¿dónde están tus manos? ¿dónde tu cabeza?”.

    Curiosamente, una acción similar ya se ha producido en cierto territorio al noreste. Y la explicación ha sido la misma que el ejemplo del aula: concediendo deseos todo se soluciona y se instaura la paz. Habrá que verlo también desde el lado de los perjudicados, de las comunidades que no tienen ese “botón nuclear del voto” y que, por tanto, no pueden pedir nada ni esgrimir chantajes de todo tipo.

    La política, por supuesto, es el arte de la negociación, del diálogo, de vislumbrar horizontes en los que todos puedan, podamos, tener un lugar sin que se vean ofendidos, alterados, ninguneados o pisoteados directamente, los derechos de cada uno, de cada espacio, territorio o comunidad. Y ese dialogo debe abrazar las opciones que redunden en beneficios generales para el ciudadano independientemente de si con su voto, el que ha depositado en la urna de acuerdo con su pensamiento y experiencia, se encumbre o se mantenga a unos o a otros al poder.

    Cuando este texto vea la luz quizá se hayan despejado incógnitas, aunque no parece que el tiempo juegue a favor de clarificar el futuro inmediato. ¿Llamará el Rey para encargarle formar gobierno al ganador de las elecciones sin aparentes apoyos o al perdedor, pero con apoyos inciertos prendidos del alfiler del regateo? ¿Volveremos a votar antes de Navidad? ¿Veremos la vergonzosa escena de una negociación cara a cara con un fugado de la justicia diseñando el futuro de todos?

    Al menos se empiezan a escuchar voces discordantes con cesiones y trueques poco edificantes para la totalidad del Estado. Terminemos con la misma canción del principio... “Todo lo que me das/Es mucho más/ De lo que nunca he merecido”.

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