Escohotado. In memoriam

25 nov 2021 / 16:21 H.
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Youtube es una excelente ventana para refrescarse con las lecciones de esos sabios de toda la vida que asoman poco por televisión. Así descubrí —no hace mucho— al personaje de “La Emboscadura” que en sus desinhibidas y entrañables intervenciones hace amena y asequible la propia historia de la filosofía. Desde el mito de la caverna de Platón —más vigente que nunca— hasta el pensamiento aristotélico, kantiano o hegeliano, todo se nos aparece más ligado y comprensible a los no entendidos cuando los refiere este genial pensador. En ciertos temas se podría decir que está todo inventado. Paradojas de la vida, las reflexiones liberales contemporáneas del que fuera comunista militante con Franco me transportaban a las aulas del internado de aquella época de luces y de sombras —esa que hoy, a toro pasado, se ha puesto tan de moda “redenostar” entre los que no la vivieron— en las que a todos, de ciencias o de letras, nos enseñaban lengua, latín y filosofía. Asignaturas obligatorias de un bachillerato con reválidas en el que aprendíamos a calcular y a formular, pero también a hablar y a pensar. Y ello a pesar de la ausencia de libertad política. O vaya usted a saber si, precisamente por eso, o por aquello de que no hay mal que por bien no venga, el ingenio de alumnos y profesores trabajaba más para buscar y valorar la propia. Durante la encerrona pandémica los vídeos de Antonio Escohotado —entre otros— sirvieron para remover esos pensamientos sobre el sentido de la vida que de vez en cuando se nos vienen a la mente. Lo suyo es leer, claro. Pero a veces resulta más fresco, más ameno y —para qué engañarnos— más cómodo, ver y escuchar. Escohotado aparece siempre envuelto en humo y con un whisky o una cerveza en la mano. Qué ridícula paradoja la de la nueva censura, cuando durante una entrevista en televisión a este apóstol liberal, políticamente incorrecto, le “pixelaban” la mano del cigarro para protegernos a los demás. Sin entrar en profundidades filosóficas —por propia incapacidad— uno se siente atraído por la argumentación y el sentido común de las explicaciones de un señor que empieza por reconocer que fue a partir de cumplir los sesenta años y después de veinte de intensa búsqueda, cuando empezó a disfrutar del “hallazgo de la realidad”. De su obra cumbre “Los enemigos del comercio” llega a decir que es la historia de sus propias equivocaciones. Y eso es precisamente lo que más llama la atención. Por un lado su actitud siempre abierta a reconocer y a rectificar los errores propios como base para poder hacer lo más importante que se puede hacer en la vida, aprender. Y por otro la importancia de no dejarse llevar por la opinión o la interpretación del divulgador de turno sin acudir a las fuentes del pensamiento original. En filosofía taurina, nadie, sin haber leído la tauromaquia de Pepe Illo podría entender bien lo que significa “cargar la suerte”. Hay que ponerse en la época en la que los conceptos aparecen. Ir o buscar quien te lleve a la fuente de las palabras. No al que las magrea para generar rencor o para inventar la historia que alguien hubiese querido que fuese pero que no ha sido. Antonio Escohotado ha muerto tranquilo pero preocupado. Por España y por el abandono de la juventud en una época tan extraña: “Nunca estuvimos mejor y nunca —a la vez— tan dispuestos a tirarlo todo por la borda”.

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