Escenas encadenadas

10 ago 2021 / 16:16 H.
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Los escenarios teatrales son paréntesis de la vida, acotados por patas y bambalinas en lugar de estar delimitados por símbolos ortográficos semicirculares.

A veces es conveniente parar y releer nuestra existencia, subrayando algunas frases y atrapando ciertos silencios, para poder trasplantarlos, todavía calientes, con pulso y con latido a un espacio que nos rodea cotidianamente pero que no alcanzamos a ver, un lugar lleno de butacas más allá de nuestras estancias y más acá de nuestros tabiques, en una zona que sobrepasa los márgenes del mundo y la frontera de los días.

La desidia de las autoridades y el conformismo social ha provocado la pérdida de los espacios escénicos que conforman la historia de esta tierra.

Desconocemos dónde reposan los restos del viejo teatro de Aurgi, la Jaén romana. No sabemos en qué lugar, de nuestro casco viejo, se hallarán enterrados, bajo estratos de desdén, las caveas de esa remota construcción. Se perdió para siempre el lugar en el que actuaban aquellas viejas máscaras, y tampoco existe memoria del espacio en el que las chamanas íberas recitaban sus textos ceremoniales. Pero, de algún modo, permanecen vivas las voces de los antiguos histriones, porque generaciones sucesivas de actores y de actrices han gozado de sus enseñanzas y han heredado sus pautas. Se trata de los primeros donantes de un legado vivo, el de los oficios de la escena, que constituyen un encadenado de técnicas y de contenidos que se transmiten de generación en generación, haciendo evolucionar sus discursos para que resulten acordes con la realidad de cada momento.

También han sido víctimas del olvido los viejos teatros de nuestros siglos de oro pese a que, sin duda, fueron bulliciosos en sus días de esplendor. Del corral de comedias de Beatriz de Salazar y de la casa de comedias de la Plaza del Mercado, por ejemplo, no quedan sino unos pocos testimonios y referencias. Pero, afortunadamente, las palabras que allí se escuchaban permanecen vivas porque forman parte del repertorio de muchas compañías que las continuamos recitando, pese a la distancia de siglos.

Y en tiempos más recientes se construyeron el Teatro del Norte y el Teatro Cervantes y el Teatro Asuán, preciosos y añorados espacios escénicos que tampoco hemos sido capaces de preservar.

A las representaciones que tuvieron lugar en aquellos escenarios asistieron gentes que después optaron por dedicarse al oficio de la escena. Son los teatreros de la siguiente generación. Y de ellos, a su vez, aprendieron mis maestros. Gentes del teatro que mantuvieron viva la llama de la escena en tiempos difíciles. Grupos como Pintarrajos, Abutarda, Acebuche, Bojiganga, Funambulafábula, Zakatraka, Arena, La Escalera, Pecato Veniale...intérpretes como Lola Vico, Irene Viñals, Ilda Fava o Juan del Arco. Y el inicio universitario de La Paca con Juanma Titos al frente y con Blas Moya...

Siento una gran admiración por todas estas personas y por otras muchas que sería imposible enumerar, actores y actrices que, memorizando textos, aprendiendo miles de palabras y de frases de obras clásicas y contemporáneas, constituyen un nuevo eslabón de una valiosísima cadena que es la memoria de los cómicos, que recoge palabras y técnicas desde más de cien generaciones atrás y que ahora nos toca a nosotros preservar y transmitir.

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