de retornar

03 nov 2017 / 10:19 H.

Hace once años, decidió hacer un alto en el camino y dedicarse en cuerpo y alma a quien le dio la vida. A la persona que más quería de este mundo le diagnosticaron esa terrible enfermedad del olvido con apellido foráneo que tanto dolor siembra en quienes rodean a los que la padecen. Con ella, además de nombre, compartía confidencias, alegrías y penas, ilusiones y decepciones. Una mirada les bastaba para entenderse la una a la otra y eran bastón mutuo en el que apoyarse cuando las fuerzas flaqueaban. En este largo camino, fue testigo desde sus primeros olvidos hasta su último aliento. Se entregó a su madre de manera incondicional, enfrentándose a la incomprensión del mundo, de propios y extraños. Pero a ella eso jamás le importó; era su decisión y la cumpliría con todas las consecuencias. Hace solo unos días que Rosario partió. Las palabras que su hija le dedicó fueron un bello canto de amor sin condicionante alguno, pero quedaron cortas en comparación con el largo poema tejido en esta larga última década de su vida. Quienes tenemos la suerte de tenerla por amiga nos sentimos orgullosos de ella, de su ejemplo y su generosidad. Ahora, querida Charo, es tiempo de curar heridas, de retomar a los caminos abandonados... de seguir viviendo.